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En los países de verdad nada se pierde y todo se reutiliza. Caaguazú y algunos otros esporádicos artesanos utilizan la madera sobrante en los talleres y carpinterías. Los arrozales proporcionan una cáscara que un amigo reutiliza para extraer el sílice que da vitalidad a las uñas, los dientes, los huesos y las articulaciones, la piel, al cabello y entrega funcionalidad a las células. Aumenta las defensas, disminuye el colesterol, es analgésico, cicatrizante y antioxidante. La cáscara de arroz, a lo sumo, sirve en este país como cama en los gallineros y de piso para las potrancas y caballos de carrera. El sílice se encuentra también en la soja, la espinaca, la avena y en el aguacate. Alimentos tan existentes, inaprovechados y tan sanos a los que el paraguayo ni les mira de reojo.
Muchas frutas que salen espontánea y salvajemente en el Paraguay “no sirven para nada”. El níspero, el aguai, el guavirami, el guavira pytã, el algarrobo chaqueño, los aratiku, la carambola, el carazón de la India, la guayaba, el mbokaja, los cítricos (toronja, limón, apepu, mandarina, pomelo, naranja), el mamón, el mango, el mburukuja, la mora, el ñandu apysa, el yvapurû, entre otras, son inutilizadas y si rescatamos las propiedades de cada una de ellas nos damos cuenta del atraso cultural, del desconocimiento que tenemos con referencia a estas buenas posibilidades, de dejar de lado a la sanidad preventiva y del desperdicio que hacemos teniendo en cuenta la emergencia que tiene este país en donde cada vez hay más pobreza y una acentuada mala alimentación.
Los de afuera y los que saben no digieren que este país desperdicie tanta posibilidad de mejorar en todo. Se desaprovecha el sol, el suelo, el clima, a la gente y el agua (salvo las hidroeléctricas que producen más electricidad y cada vez más cara a través de la ANDE). Esto de traer la curativa esencia de marihuana del extranjero, que ni producen la cannabis, pero sin poder cultivarlo libremente acá, solo puede ocurrir en el Paraguay que se encuentra enfermo y en terapia que, así como en materia de corrupción, consiste en la boludez altamente contagiosa.
Ya llegamos a lo macabro, querer cobrar y sacarle más dinero a los que cultivan y exportan arroz, trigo, soja y maíz. Para producir estos rubros cada agricultor paga impuesto por sus tierras, sus implementos agrícolas, sus insumos y cosechas, amén del riesgo climático y de precios a los que siempre está dependiente y subordinado. Es evidente que el circuito cerebral de sus proponentes no da para que piensen que un 10 % de todas esas compras va como IVA al país. Mover millones de esos granos se realiza con el combustible, lubricantes y peajes para el Estado y para mucha gente involucrada a la cadena productiva de los granos y de todo lo que el Paraguay promueve.
Somos evidentemente los reyes del desperdicio, no usamos el biodiésel, el contrabando de papa y cebolla campea cada vez más, todo el jengibre y los zapatos vienen del Brasil y si se toma jugo se hace desde una botella y no desde una licuadora.
Lo único que no se desperdicia en este país son las garrapatas partidarias de cuarta y corruptas que siempre se prenden al presupuesto estatal y, como no saben hacer otra cosa, deben vivir de primera y como parásitos de la gente que produce.