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La gente se pregunta ¿por qué tantos asesores? ¿Son necesarios? ¿Cumplen con sus obligaciones? ¿Cuáles fueron los motivos de su creación y cómo se originaron?
Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, había un rey cuyo pasatiempo favorito era la pesca. Un día decidió ir a pescar, llamó a su pronosticador del tiempo y este le dijo: “Vaya usted tranquilo, Majestad, no va a llover”.
Como no quería ir solo, y su novia vivía cerca del río, la invitó.
Ya en camino al río se encontró con un campesino que iba montado en un burro, quien al ver al rey le dijo: “Mi Señor, es mejor que vuelva porque va a llover muchísimo”.
Por supuesto, el Rey siguió su camino pensando: “Qué va a saber este tipo si yo tengo al mejor especialista, muy bien pagado, que me dijo lo contrario. Mejor continúo, y listo”.
Y así lo hizo. Y, como le dijo el campesino, llovió torrencialmente.
El Rey y su novia volvieron al Palacio, empapados y furiosos. El pronosticador fue despedido y el campesino fue llamado para ofrecérsele el puesto vacante. Pero este le dijo al Rey: “Mi Señor, yo no sé nada de eso, lo que pasa es que cuando mi burro tiene las orejas caídas, llueve”.
Entonces el Rey contrató al burro.
Así comenzó la costumbre, con raras excepciones, de contratar burros como asesores, que desde ese entonces tienen los puestos mejor pagados en los gobiernos.
La verdad es que me gustó mucho esta historia enviada por mi amigo. ¡Ahh! Me olvidaba: casualmente estoy como asesor en dos instituciones.