El ocaso de la moral y un erotismo exacerbado (2)

Cargando...

La varias causas y razones que anteriormente hemos citado con pretensiones de explicar este desborde de erotismo sexual, son reales y efectivas, no caben dudas.   

Sin embargo, historiadores y filósofos han buscado con mayor profundidad y detenimiento en el fondo cultural de nuestro tiempo, y han aducido otras ideas antropológicas y morales mucho más radicales y revolucionarias.    

Para recordarlo de manera rápida y somera, ya sabemos que desde hace varios siglos, la historia moderna nos ofrece una retahíla de convulsas revoluciones. Primero fue la llamada reforma luterana, s XVI; siguió luego la revolución filosófica y científica, s XVII; para culminar y encenderse en gran fogata con la Revolución Francesa y los alzamientos sociales y obreros de los siglos XVIII y XIX, con Marx, Lenín y los varios totalitarismos energúmenos del s XX.    

Pero en medio de este gigantesco oleaje de convulsiones revolucionarias, algunos más clarividentes y radicales como Nietzsche, Lenín, Gransci, Sartre, y otros que les hacían coro, llegaron a proclamar que todas las revoluciones de nivel económico, social y político, no llegaban al meollo de la sustancia viva de la conciencia histórica oprimida. Afirmaban que era necesario remover y arrancar de raíces toda religión y toda moral, de pretensiones trascendentes. "El hombre es Dios para el Hombre" decía Marx en consonancia con el positivismo de Augusto Comte. Lenín, por su parte, decía "que la conquista real de los pueblos es imposible mientras no se socave y no se subvierta la moral que está en la base de su cultura". Por consiguiente, decían todos, la tarea revolucionaria de fondo es acabar con la "moral sexofóbica". Solo convirtiéndose en revolución sexual, la revolución marxista se convertirá verdaderamente en revolución total, decían sicólogos y filósofos de mediados del s XX.   

Fácilmente podemos recordar ahora aquel exuberante despliegue con que los medios de comunicación como el cine, la televisión, las revistas pornográficas y las novelas ligeras de los quioscos difundían estos pensamientos revulsivos de toda moral, y propulsivos de toda impudicia. La explosión del erotismo ganó amplio y cómodo espacio en la cultura globalizada de nuestro tiempo.    

Podemos comprender entonces lo extraordinariamente difícil que se ha vuelto contrarrestar esta creciente marea de subcultura que hace presa de la mentalidad humana en todos los niveles de la sociedad. Más todavía, cuando ciertos teólogos y moralistas cristianos relajaban las ideas y valores tradicionales de antaño y parecían condescender con el permisivismo sexual imperante.    

Gracias a Dios, esta situación de epidemia sexual fue también ocasión para que muchos teólogos, sicólogos y moralistas de sobresaliente valor científico, salieran a campo abierto y propusieran a la luz de la razón natural y a la luz del evangelio, la perenne verdad de lo justo y lo bello y sano de la sexualidad humana. Pero como siempre, el reino de Dios viene sin mucho aparato, anunciando desde el subsuelo de nuestra cultura devastada, una nueva floración de primavera del amor sexual humano, cuya plenitud matrimonial, Cristo elevó a la excelsa dignidad de sacramento.    

Estas no son ideas líricas para consuelo y anestesia, en estos momentos en que la prensa diaria se regodea con las noticias de los abusos sexuales de no pocos sacerdotes de nuestra Iglesia. Es más bien la seguridad que da la fe, vencedora de los siglos que gritan y lloran, pero pasan dejando pálida memoria.    

Volveremos, sin embargo, en el artículo siguiente, a tratar de la agitada cuestión de sexualidad y celibato (que no todos comprenden, según decía Jesús). No son pocos los que merodean sobre estos temas y hablan torcidamente; pero no tanto por malicia, sino por escaso esclarecimiento de la materia.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...