El Mercosur sin rumbo político (2)

Jurgen Habermas, filósofo alemán, uno de los representantes más leídos del pensamiento actual, ha afirmado recientemente en un conocido periódico europeo, contrariando a la política de la primer ministro Merkel, que la política europea carece de perspectiva y que la única salida es la profundización de las instituciones europeas, que hoy están en real peligro por la crisis del euro.

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Al parecer la Unión Europea, una comunidad de 27 Estados, con una integración muy avanzada, está pasando por su peor momento, después de la implantación de una moneda única. Aquí en Latinoamérica, el Mercado Común del Sur, una unión muy limitada de integración, está cruzando por una verdadera crisis institucional, como consecuencia del acto ilícito y arbitrario que suspende al Paraguay. El Mercosur ha ingresado a una etapa traumática al impugnar nuestro país la legalidad de los actos resueltos en Mendoza, Argentina, debido a una ausencia total de capacidad política para la solución pacífica de sus controversias.

Hace ya más de una década que se cuestionan las instituciones del Mercosur y su forma de administración. La diferencia fundamental con la Unión Europea reside en la estructura institucional del Mercosur. Sus órganos de administración son intergubernamentales, lo que hace que hoy respondan al egoísmo y al capricho de los gobernantes de los países más fuertes. Sus órganos no son independientes de los gobiernos de los Estados de mayor desarrollo económico, como la Argentina y el Brasil: dependen casi exclusivamente de ellos. Si se piensa seguir en el Mercosur, se debe intentar corregir la situación de desigualdad de los Estados Partes y emprender la negociación del cambio de este sistema de administración, pasando de órganos intergubernamentales a órganos independientes de los Estados, con capacidad decisoria, en los que se pueda confiar. La fórmula del “consenso”’ del Tratado de Asunción de 1991, ratificada por el Protocolo de Ouro Preto de 1994, que perfecciona la estructura jurídica del Mercosur, debería ser mantenida como garantía de los Estados más débiles. Esa fórmula fue, precisamente, la lucha del Paraguay frente a la pretensión de fijar las votaciones y aprobaciones de las decisiones por el sistema de mayorías. Este sistema de predominio de la unanimidad de los gobiernos en el proceso decisorio debe ser mantenido en toda la etapa de transición, hasta que las asimetrías entre los países del Mercosur sean corregidas.

Por esta razón no puede aceptarse iniciar la transformación de la unanimidad en las decisiones de los órganos a la mayoría cualificada para determinadas materias. Está todavía lejos la creación de una Alta Autoridad común del Mercosur, encargada del funcionamiento de todo el régimen, compuesta por personalidades independientes. El “consenso” ha sido la consagración del derecho de veto, pero también, hay que decirlo, el alejamiento del modus operandi supranacional, propio de un sistema de integración como el de la Unión Europea. Pero esta regla del derecho de veto se ha pisoteado groseramente.

Después de la Declaración de Mendoza de los Jefes de Estados de Argentina, Brasil y Uruguay se ha derrumbado el edificio jurídico-constitutivo del Mercado Común del Sur. El Mercosur ya no podría ser lo que fue antes del acto de soberbia de los países que, en el pasado, formaron parte del Tratado Secreto –ignominioso– de la Triple Alianza. Una asociación de Estados en la que no se ha respetado el Derecho de su propia Carta fundacional no podrá en el futuro aparecer en la sociedad de las naciones como una institución confiable. ¿Qué sistema regional puede acordar con un Mercosur en donde solo valen la fuerza por sobre el derecho y el más fuerte sobre el más débil?

El Paraguay debe realizar un análisis profundo del pro y el contra del Mercosur: si se queda adentro o sale a combatir en solitario y buscar nuevos mercados. El Mercosur nunca ha asegurado la coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros, y en vez de integración ha cundido la desestabilización. No se ha ocupado de profundizar las instituciones políticas-jurídicas y democráticas del cono sur, sino de dar prioridad a su propia burocracia. La acción arbitraria de la cumbre de Mendoza no ha sido solo un golpe contra el Paraguay, sino principalmente, una puñalada contra todo el proceso de integración. El Mercosur, en el pasado y hasta ahora, ni siquiera ha podido cumplir y garantizar al Paraguay lo que implica los fines del propio Tratado de creación: la circulación de bienes, servicios y factores productivos. Hoy se encuentra sin rumbo político, con falta de conducción y sin un sistema financiero estable. Y lo peor, que la silla vacía de la República del Paraguay, Estado fundador, ha sido ocupada en forma ilegal y prepotente por el representante del gobierno de Venezuela, que no respeta los derechos humanos, las libertades fundamentales, la libre expresión y la libertad de prensa.
(*) Profesor titular de la UNA.

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