El Mercosur, entre lo malo y lo peor

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El ALCA no funcionó, ALADI no funcionó, Mercosur no funciona. Como empresario he sido no solo testigo, sino también partícipe de los intentos y víctima, inclusive, de los fracasos. Más allá de las pavadas del "bolivarianismo" o de la "hermandad de los pueblos" y de toda la retórica desplegada por los sucesivos gobiernos de todos los países de la región la realidad es esta.   

 He leído el editorial que, hace unos días, este mismo periódico dedicó al tema y las críticas que allí se hicieron son certeras. He visto que variados gremios, no solo empresariales, sino también sociales, se han manifestado contra las desigualdades del Mercosur y he comprobado que cada vez son más sectores los que proponen salir del Mercosur y, para hacer esta propuesta tan radical, esgrimen motivos muy valederos.   

 Salirse del Mercosur, sin embargo, no es tan fácil… Para empezar: ¿A dónde iríamos si saliéramos? La lógica de la economía actual dice que un país de seis millones de habitantes en solitario no tiene porvenir. La era del aislacionismo y la economía de subsistencia –al estilo tan paraguayo de Gaspar Rodríguez de Francia– se terminó hace mucho. Nos guste o no a nosotros y les guste o no a los otros países de Mercosur, estamos en la era de la globalidad y no en la del aislacionismo.   

 Es cierto que Brasil y Argentina no se comportan como socios, sino como mediocres aprendices de imperio. A veces hasta parecen padecer una crónica nostalgia de la Guerra de la Triple Alianza. De hecho, hace años que pienso que los que se quejan –no sin buenos motivos– del imperialismo norteamericano harían bien en pensar cómo nos iría si en lugar de Estados Unidos el imperio fuera alguno de nuestros "hermanos" y "fraternales" vecinos, para moderar un poco sus opiniones.   

 Así que la disyuntiva es muy poco prometedora: dentro del Mercosur nos va mal, pero probablemente fuera nos iría peor. Estoy hablando, exclusivamente, en el plano económico; pero imagino que también hay importantes trabas políticas y diplomáticas, que están fuera de mi conocimiento, que impedirían que un Gobierno paraguayo, cualquiera que fuera su signo, se decidiera a abandonar unilateralmente el Mercosur.   

 Hay que reconocer, también, que una parte importante de los problemas que tiene Paraguay con el Mercosur son el producto de nuestra propia incapacidad de negociar… El Tratado de Itaipú, aunque anterior a Mercosur, es un buen ejemplo de ello: ya sea por incapacidad o por corrupción, nuestros negociadores permitieron un tratado absolutamente injusto, cuando el que necesitaba desesperadamente construir Itaipú, por su déficit de energía, era Brasil, no Paraguay, y estábamos en condiciones de sacar mayores ventajas.   

 La pregunta que todos nos hacemos es cómo es posible que Europa haya conseguido hacer tan funcional la Unión Europea e ir ampliando cada vez más el número de miembros, mientras que nosotros somos cuatro países y no solo no hemos conseguido armar un buen bloque económico, sino que ni siquiera hemos logrado una mala unión aduanera.   

Los países de menor desarrollo relativo de la Unión Europea no tienen motivos para quejarse: los países grandes prefieren ayudarlos a que crezcan y promover que se conviertan en buenos aliados y buenos mercados. Para eso se inventaron los Fondos de Compensación. Grecia o Portugal no habrían tenido oportunidad de integración sin esa política de ser cada vez más y más fuertes a largo plazo, aunque haya que hacer un pequeño sacrificio a corto plazo.   

En cambio, en el Mercosur hasta el arancel cero, tan traído y tan llevado, es papel mojado… Los tomates, las cebollas y demás mercaderías perecederas se retienen en las fronteras hasta que se pudren y, por poner un ejemplo de mi propia experiencia, las camisas de verano se quedan retenidas por todo tipo de trabas paraarancelarias hasta que llega el invierno y las de invierno, hasta que llega el verano.   

 Se han ensayado todo tipo de explicaciones al contraste entre el buen funcionamiento de la Unión Europea, que es un verdadero bloque económico, y al pésimo funcionamiento del Mercosur, que hasta ahora no es más que una burocracia costosa sin ningún resultado real.   

 Pero se me ocurre que la mejor explicación es la más sencilla de todas: Los europeos no hicieron un bloque de "amigos y hermanos", hicieron un bloque de enemigos, con toda una historia de sangrientas guerras –Francia, Gran Bretaña y Alemania tienen toda una trágica historia de guerras incluyendo las mayores de la historia–, que en un momento determinado descubrieron que por ese camino no tenían futuro. Hicieron su bloque teniendo en cuenta que eran enemigos y creando los mecanismos para hacer funcionar el bloque económico a pesar de la enemistad. Nosotros seguimos aferrados a que somos amigos… No es verdad: Brasil no es nuestro amigo. Argentina no es nuestra amiga. Y si Uruguay se comporta mejor es porque tiene los mismos intereses coyunturales que nosotros frente a los dos países de mayor volumen.   

 En todo caso la gran pregunta es: ¿Qué es peor? ¿Quedarse en el Mercosur o separarse de él? No tengo la respuesta. Me falta información y un intenso periodo de estudio para decantarme por una u otra posición. Sin embargo, me parece oportuno señalar que en nuestro país están manejándose demasiados argumentos pasionales y pocos análisis de fondo, tanto por parte de los que defienden quedarse como de los que preferirían salir del Mercosur.   

 Hay un punto más que quiero subrayar: A Paraguay no le sirve el Mercosur tal como es actualmente –representa un costo alto de burocracia sin ningún o, al menos, con muy poco beneficio económico que lo justifique–; pero hay que decir que hoy por hoy tampoco les sirve ni a Brasil ni a Argentina y mucho menos a Uruguay… Quizás si dejáramos de pensar que somos países amigos y reconociéramos que somos adversarios; quizás si, en vez de abrazarnos en público y apuñalarnos en privado, nos decidiéramos a negociar como adversarios con intereses comunes, conseguiríamos hacer algo mejor con el Mercosur.
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