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Confiábamos en la capacidad de la ciudadanía de expresar su ser libremente con responsabilidad para realizarse con los demás, sin necesidad de límites en su comportamiento. Pero luego, ya un poco tarde, nos dimos cuenta de que cuando la persona es librada completamente a su libre albedrío, no siempre es capaz de controlarse. Tampoco imaginábamos que la competencia radical y la codicia exagerada de algunos políticos, pondrían muy pronto sus intereses particulares por encima de todo, descuidando completamente la seguridad de nuestros conciudadanos. Se pensó inclusive en aquel tiempo que las políticas y hasta las culturas se irían igualando en el mundo; facilitando así aún más la convivencia armónica. Sin embargo, no todo resultó como se esperaba, porque con el tiempo, surgieron nuevas amenazas, tales como el terrorismo, muy difíciles de ser combatidas con los medios convencionales.
Pero a pesar de estas nuevas amenazas, los paraguayos hemos mantenido el optimismo porque vimos a través de nuestra historia que los cálculos ordinarios y más pesimistas pueden ser sepultados por personalidades extraordinarias, capaces de variar el curso de los hechos. Esa es la razón por lo que, con cada nuevo Gobierno, surgen nuevas esperanzas para un pueblo eternamente relegado en sus intereses.
El mayor desafío del Gobierno entrante es no defraudar estas nuevas esperanzas; poniendo el todo por el todo para recuperar el orden y la seguridad en nuestro país. Esperamos que así lo entienda y esté convencido de que esta es la prioridad para garantizar la protección de los ciudadanos. No existen dudas de que esa es la función fundamental de un Estado democrático y no hay contradicción alguna entre seguridad y democracia. Es hora de proteger a todos los ciudadanos por igual, sin distinción ni exclusión política alguna. La seguridad democrática se logrará únicamente cuando el Estado castigue implacablemente la conducta criminal y combata la impunidad. Recién ahí habrá plenas garantías para el individuo. Por eso, esperamos que el Estado castigue la conducta criminal que pretende imponer por medio de la violencia su voluntad sobre los demás; matando y extorsionando a inocentes como lo viene haciendo el terrorismo en el norte del país. Un Gobierno democrático está obligado de manera prioritaria a diseñar unos principios que sirvan de guía y que se conviertan en una política de seguridad de lo que está por hacer; de manera a que todos los servidores del Estado (incluyendo a las Fuerzas Militares y Policiales, así como la ciudadanía), tengan una hoja de ruta para la recuperación de la seguridad en el país.
Necesitamos recuperar la confianza de la ciudadanía en su Fuerza Pública. Solamente así, se tendrá la necesaria solidaridad ciudadana; sin la cual, difícilmente se podrá derrotar al terrorismo. Desde luego, también precisamos de la solidaridad de otros países, quienes tienen que confiar en nuestra decisión de frenar al terrorismo y su aliado el narcotráfico.
La lucha que se viene es una lucha de la soberanía democrática contra la soberanía del terrorismo. En esta lucha se precisa de eficacia; capaz de ser medida por los resultados y de transparencia; medida por nuestra observación de los derechos humanos. A su vez, tenemos que regirnos estrictamente por el ordenamiento jurídico de nuestro país porque si lo acatamos estrictamente, no podremos ser derrotados por el enemigo. Esta es la base sobre la que necesariamente tenemos que actuar y es la única manera de luchar por igual y con efectividad contra quienes amenazan la seguridad de los ciudadanos, las instituciones y la democracia.
Está visto que la seguridad no la vamos a recuperar solo con los esfuerzos de la Fuerza Pública sino con el empeño de todo el Estado y de todos los paraguayos. Solamente con seguridad y sin terrorismos y secuestros, podremos tener un verdadero desarrollo; capaz de crear mayores fuentes de empleos para nuestros compatriotas. Por eso, un nuevo Gobierno, preocupado seriamente del bienestar de los ciudadanos, tiene que necesariamente elaborar una verdadera política de seguridad para eliminar los secuestros y defender al pueblo.
No podemos negar que el Paraguay ha avanzado en los últimos años, pero nuestro camino es aún largo y requiere perseverancia en la política de seguridad a ser trazada con el apoyo ciudadano. Depende de todos nosotros el tener un futuro maravilloso, o de lo contrario, dejarlo en manos del destino, o en el peor de los casos, en manos de aquellos que quieren imponerse en nuestro país por medio de la violencia.
(*) Médico Especialista Diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología.
victor2343@gmail.com