El gen del subdesarrollo

SALAMANCA. El 19 de febrero de 1918 se sabía ya que el 19 de febrero de 2018 tenían que comenzar las clases en todas las escuelas del país. Y si parece que es una exageración remontarnos a cien años de distancias, pues seamos más realistas y aseguremos que desde hace por lo menos un año se sabía lo del inicio de las clases. Entonces, si se tenía tan clara esta fecha, ¿por qué se tuvo que esperar a que se iniciaran las clases la semana pasada para comenzar también los trabajos de reparación de las escuelas, con aulas clausuradas, albañiles, pintores, carpinteros llenando todo el espacio de ruidos insoportables y materiales de construcción?

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Esto tiene un solo nombre: subdesarrollo. También se le pueden agregar varios apellidos: dejadez, incompetencia, desinterés, inutilidad, irresponsabilidad, desidia y algún otro adjetivo que se me está escapando y que sirva para describir la actitud realmente vergonzosa del Ministerio de Educación y Ciencias frente a un problema al que no se le quiere dar solución. O quizá sea mucho peor: les da lo mismo que se solucione o no.

Hay colegios en los que los niños tienen que estar dando clase a la sombra de un árbol porque los albañiles entraron a trabajar solo la semana pasada sin que a nadie se le ocurriera durante los tres meses de vacaciones de verano que esos trabajos se tendrían que haber hecho en ese periodo. Si bien es cierto que resulta mucho más seguro que los alumnos estén bajo los árboles donde solo corren peligro que se les caiga en la cabeza algún mango o cualquier otra fruta propia de la estación, y no las tejas y tejuelones de techos mal construidos como está sucediendo constantemente.

Las informaciones que se tienen sobre la calamitosa situación de la infraestructura escolar son suficientes para escribir un libro o bien para figurar en un compendio de cosas sorprendentes del mundo. En una escuela, por ejemplo, los alumnos de dos grados diferentes ocupan la misma aula. Los profesores hablan por turno, ahora para este curso, ahora para este otro con lo que tenemos que la hora-cátedra de cuarenta minutos ha quedado reducida a solo veinte ya que tenemos que dividirla por dos.

En otra escuela se desplomó una parte del edificio en enero de 2017 y ante la preocupación de los padres la directora los tranquilizó diciéndoles que ya se estaba redactando el llamado a licitación para realizar la obra. Un año se ha tardado para redactar la convocatoria. 

Entre una cosa y otra no sería de extrañar que las obras comiencen dentro de un año y finalicen dentro de dos siempre y cuando las condiciones del tiempo, la disponibilidad de presupuesto, la liberación de fondos por parte de Hacienda no provoquen ningún retraso en el cronograma de trabajo. Como se ve, la burocracia tiene sus intríngulis y hay que aceptarla así como viene en nombre de la transparencia que debe regir toda obra encarada por el Estado.

Es cierto que los años electorales son difíciles para la administración pública aquí y en cualquier otro sitio. Pero ello no hace que sea fácil aceptar que mientras la educación pública se cae a pedazos, literalmente, tengamos un ministro que se haya estado paseando por toda la república pidiendo votos para un movimiento interno del Partido Colorado que, para colmo de males, sufrió una derrota humillante. 

Mientras tanto se acumulan las noticias negativas sobre el porcentaje de deserción de los alumnos: 59 de cada 100 alumnos no termina ni siquiera la secundaria. Es decir, casi un 60% abandona sus estudios. Este solo dato, en cualquier país civilizado, hubiera significado la renuncia de todo el gobierno. Aquí no. Aquí todo es felicidad; solo cabe esperar que todas las supervisoras vayan a votar por el exministro que ha renunciado para ir al Senado.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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