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No sé hasta qué punto logran convencer, pero hay quienes no compartiendo la ideología de género, acaban cayendo en redundancia, por razones que, imagino, han de responder a no quedar excluidos de su grupo social, de amigos, de estudio, comunidades.
Para quienes aman la lengua a través de la literatura universal, que siempre ha sido fuente fidedigna del idioma, es una situación que da para pensar, tal vez preguntándose si a futuro los escritores se verán obligados a deformar la economía y belleza en sus creaciones, o incluso, si las joyas de la literatura serán combatidas por “promover el sexismo”.
En los medios de comunicación hay periodistas jóvenes y no tanto que escriben con el lenguaje llamado inclusivo, por su parte los correctores deben guiarse por la Real Academia Española, y, por supuesto, los nuevos usos.
La inclusión incluye popularmente la @, “amig@” o la “x”, “amigxs”, también sabemos de la feminización de cualquier sustantivo, al estilo de “miembras”, pronunciado por la ex ministra de Igualdad en España, Bibiana Aído (hoy representante de ONU Mujer). Como ella hay otras exponentes, y últimamente también algunos hombres.
Ahora, lo último, escuchamos que la terminación neutra ya no es “lo” (lo bueno, lo malo) sino “le”, como bandera de neutralidad para, según dicen, incluir a “todes”, independientemente de su sexo. Corren un par de videos en Facebook en los que niñas adoctrinadas hablan de “les diputades, les persones”. Que los jóvenes tienen sus códigos al hablar es normal, pero querer torcer el pensamiento es grave; y esto no tiene que ver con una creatividad joven sino con un plan de adultos. El Parlamento Europeo (obviamente la comisión de género) como salida elegante, aunque con el mismo objetivo, pide utilizar términos neutrales para erradicar el sexismo.
El lenguaje neutral impuesto es ideológico y busca sostén político, en ese entorno se gesta, y si lo consideran correcto, debería quedar ahí mismo y no invadir lo coloquial, familiar y amistoso, menos la escuela y el trabajo. Para la vida, más literatura, clases de redacción, copia, lectura oral; concursos, juegos de destreza verbal en casa, etc., los buenos referentes y métodos sobran.
“El lenguaje sirve para ahorrar el pensamiento. Se habla cuando no se quiere pensar” (Miguel de Unamuno).
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