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Estas manifestaciones están demostrando que el deseo de cambio es mucho más sólido que la visión y las propuestas sobre lo que hay que hacer para lograr el cambio. A mi entender las propuestas necesitan más información y más claridad de conceptos y objetivos estratégicos. La lectura atenta de las propuestas que se vienen haciendo en esos nuevos escenarios revela que muchos no distinguen bien entre la “educación como sistema” y la “educación como proceso”; tampoco aparece claro si estamos hablando del “éxito escolar” o del “éxito educativo”.
No me extraña que esta última distinción no se esté aclarando, porque las famosas encuestas internacionales, como el prestigioso informe PISA, afirman qué países tienen mejor y peor nivel de educación cuando lo que están midiendo es el éxito de la enseñanza de algunas disciplinas, ciertamente disciplinas muy importantes como matemáticas, comunicación y ciencias naturales, pero al fin disciplinas y enseñanza que contribuyen a los aprendizajes, pero por sí mismas no necesariamente a la educación. Educar es mucho más que lograr óptimos aprendizajes de las disciplinas que se enseñan. El éxito educativo es el que logra la capacitación para la vida, como dice el recentísimo “Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar” que han presentado en España José Antonio Marina, Carmen Pellicer y Jesús Manso (Diciembre 2015,17).
Ciertamente que nosotros no hemos logrado el éxito escolar y tenemos razones sobradas para afirmar que tampoco estamos logrando el éxito educativo.
Aunque el éxito escolar depende principalmente (no exclusivamente) de las instituciones escolares, quienes las dirigen, sus docentes y comunidades educativas, hay que reconocer que las instituciones existen dentro de un sistema educativo, que influye en ellas y pretendiendo ayudarlas también las condiciona al compartir con tal sistema ciertas responsabilidades.
Pero a su vez el sistema educativo existe en un conjunto de sistemas: político, social, económico, y en un conjunto de sistemas atomizados de culturas y subculturas que deberían ayudar a la educación como sistema y como proceso, pero que en realidad no solo no la ayudan sino que en grandes sectores y por muchos factores la acosan, la debilitan y hasta la combaten.
Para que el sistema escolar logre éxito educativo tiene que estar iluminado con una filosofía de la educación, que orienta la selección, sentido y desarrollo de las disciplinas. Más aún todas ellas e incluida la filosofía deben responder a una opción definida de la antropología en la que se ubica toda la educación. La primera pregunta del educador es qué tipo de hombre y mujer queremos que lleguen a ser estas criaturas que acuden a la institución en la que los padres confían y entregan sus hijos. Por mucho éxito escolar que alcancemos con los mejores rendimientos académicos en los aprendizajes de las disciplinas no lograremos el éxito educativo si no sabemos qué tipo de hombre y mujer estamos ayudando a que los educandos sean, por qué hemos elegido esta manera de educar, qué es para nosotros educar y para qué educamos, preguntas fundamentales de todo filósofo de la educación.
La educación es esencialmente un proceso ético y político. Cualquier pacto social y político que como demócratas queramos hacer para definir cuál y cómo será el cambio de la educación, debe ser un pacto desde la ética democrática personal, social y política consensuada.
Al fin lo que nos interesa es el éxito educativo, que presupone el éxito escolar.
jmonterotirado@gmail.com