El doctorado en una cárcel

Ingresan, en promedio, unos 30 nuevos presidiarios en la penitenciaría nacional cada lunes y durante los otros días de la semana se alistan a la cárcel unos 25 malhechores entre quienes sobresalen los que roban gallinas. Los que recuperan a diario su libertad son unos cinco individuos. Se deduce entonces con esto que unos 20 individuos ingresan cada día. Por otro lado, los exquisitos y elegantes ladrones del Paraguay siguen aprovechando sus cuellos y guantes blancos.

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Casi unos 13.000 presidiarios, entre mujeres y varones, se encuentran superpoblando todas las cárceles del país. Como muestra, el reclusorio de Tacumbú, con capacidad para un poco más de 1.650 personas debe aguantar a casi 4.000. Todas las cárceles paraguayas están engalanadas de una feroz cantidad de inquilinos. En total existen 16 presidios con capacidad para unos 6.400 lugares y la población carcelaria no baja de unos 12.650, entre varones y mujeres. El Buen Pastor, que alberga a las malas ovejas, tiene cabida para 200 mujeres y su promedio habitacional no baja de 450.

Ente los reos también se encuentran unos 460 extranjeros, 90 enfermos mentales, 135 tuberculosos y unos 50 contagiados de sida. Debe haber seguramente otros males y enfermos con alto potencial de contagiar al resto de la perrada dado el hacinamiento y las condiciones para infectar en todos los presidios del Paraguay.

La aglomeración de la gente en las cárceles del Paraguay es una situación que se puede corroborar con ir a esos lugares y confirmar el hacinamiento que existe. Una de las terribles situaciones es escuchar, ver y leer las noticias que se relacionan con la gente que salió de una cárcel y su regreso a la misma tras una reincidencia de algún acto delictivo. El prontuario de algunos es tan rico que sale de algún penal y al poco tiempo regresa, sale y retorna para convertirse en un chiste de muy mal gusto y de alta peligrosidad para enriquecer la gran inseguridad que nos concede el Paraguay.

Buscar motivos y solucionarlos no me corresponde, se sabe que hay polibandis que apoyan, que muchos Palacios de Justicia ya son demasiados palacios para tan poca justicia y que también nada tienen de pronta y barata, hay jueces y fiscales tan sinvergüenzas y tan iguales a malevos a quienes deben castigar.

Hace años que se buscan soluciones para los que ingresan a un penal y egresan con un “doctorado y PHD” en delincuencia. Lleva tanto tiempo el querer implementar penitencias de buena calidad y rehabilitadoras. Tras un robo, que va desde un celular a un lujoso automóvil, la primera llamada ocurre desde algún pabellón de Tacumbú.

El Paraguay necesita de inseminadores y vacunadores de todo tipo de ganado, técnicos apicultores y piscicultores, jardineros que sepan abonar los jardines, detectar plagas y enfermedades más comunes y su control orgánico. Los seudojardineros llegan a nuestras casas, cortan el pasto y se van, jamás desinfectan sus tijeras y herramientas para convertirse en diseminadores de plagas y enfermedades. El Paraguay gasta 10 millones de dólares por comprar flores del exterior. Las huertas orgánicas, como en las favelas de Río de Janeiro, son alternativas válidas para que al salir de una cárcel nos ofrezcan brillosas hortalizas y no el filo y el brillo de un puñal. Las plantas medicinales, en poco espacio, son elecciones válidas para cuando se abandone un penal.

Algunas cárceles conciben buenas actividades, pero bien podría implementarse otras prontitudes lucrativas y truncar el nivel de posgrado en delincuencia que ofertan nuestras instituciones carcelarias. Lo que dice y hace mi amigo Luis Szarán, con la rehabilitación de los presos y la música, es tan interesante y si en este país no hay plata para los que lloran por lo menos puede haber para los que cantan...

caio.scavone@abc.com.py

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