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Porque aunque la mayoría de los paraguayos acudimos a votar en masa, con calma, paciencia y convicción, teníamos al mismo tiempo la esperanza de acabar ese mismo día con la tortura. Tortura esta, entendida como el agobio que nos causó durante todo el período preeleccionario las incesantes diatribas y agresiones entre los candidatos, en donde algunos se destacaron claramente como ganadores de tan dudoso concurso, pero que además nos llevaron a todos al borde de la paranoia colectiva.
Mi preocupación desde el primer momento cuando empecé a observar el cariz que iban tomando las discusiones rondaba alrededor de cómo se haría el día después, cuando tendrían que obligadamente juntos tomar el camino de la construcción de consensos y la cooperación eficiente, para sacar adelante al país.
Para mis adentros me preguntaba: ¿cómo se sientan a la mesa de negociaciones enemigos mortales que se han dicho de todo menos “bonito”? No hay conjuro posible que pueda alejar a corto plazo esos nubarrones de mala onda que se cernieron sobre ellos y sobre todos nosotros.
No te preocupes, me decían algunos, esto va a pasar, Paraguay siempre ha sido así, no pasa nada, todo se olvida y además en este país nadie gana ni pierde prestigio. Frase lamentable que refleja de manera incontestable, nuestra habilidad para hacer picadillo del buen nombre y reputación de todos, en afán de poner (intereses de por medio) en un mismo plano de mediocridad y descrédito a medio mundo.
Nos gusta bajar al barro y mezclarnos en algo parecido a los versos del famoso tango de Discepolo, “da lo mismo un burro que un gran profesor”, donde lamentablemente la única pírrica victoria es habernos convertido en una sociedad sin referentes.
Pero las acciones tienen consecuencias y estas se pagan. ¿Cómo creen que nos ven internacionalmente cuando después de tantas espantosas acusaciones de uno y otro bando tenemos que decir que con los mismos jugadores vamos a salir a la cancha y hacer un buen partido?
Repartidos en el Congreso, Ejecutivo y Gobernaciones estos personajes van a tener que gobernar juntos y para obtener resultados tendrán que cooperar con mayor o menor armonía.
Los que hasta ayer se acusaban de ladrones, bandidos, sinvergüenzas van a tener que empujar el carro en conjunto, a menos que decidan que después de un corto recreo van a volver a lo mismo, haciendo absolutamente ingobernable el país.
¿Será que tendremos por siempre la misma paciencia?
¿O será que los políticos van a entender de una vez y por todas el mensaje que de manera contundente la ciudadanía les ha enviado?
Lo que queremos es exactamente lo contrario a lo que nos demuestran.
Queremos que nos enseñen como van a trabajar en sinergias con todos los sectores por el bien de la gente.
La sociedad paraguaya está cambiando y la sensación de hastío ante la estrategia de avanzar por la vía de la ofensa y agravio sin contenidos programáticos ni propuestas ejecutables, nos terminó de copar la paciencia a la mayoría.
Es hora de cambiar la manera de hacer política. La ciudadanía espera de verdad un cambio y la clase política deberá rectificar el rumbo.
sheila.abed@idea.org.py