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Al Ministerio de Educación le acaba de jugar una mala pasada el apego a esos ritos vacíos de encerrarse en los hoteles de 4 o 5 estrellas a discutir lo mal que está la calidad educativa, pagar sumas ridículas por servicios sencillos como la provisión de cocido y agua, lo cual es solo una manera más de demostrar lo lejos que se está de la realidad. Y lo fácil que resulta caer en el ridículo cuando no se pisa tierra.
Pero ojo, que la tentación de quedarse en la bisutería del poder no es exclusiva del MEC. Si uno analiza las agendas oficiales de los ministros y autoridades en el Paraguay podrá notar que gran parte de esa agenda está copada de actos, condecoraciones, paladas iniciales, firmas de convenios, lanzamientos, presentaciones y reuniones que no sirven más que para la foto en el diario y el segundo mágico en televisión. Así se tenga que pagar precios exorbitantes para servir cocido y agua a la concurrencia.
Y todo eso solo sirve para que al final del día la autoridad en cuestión, en un rapto de autocomplacencia momentánea, se convenza a sí mismo y, a menudo, a un entornito adulador y acrítico, que está haciendo bien las cosas. Lo cual solo le sirve a él o ella y su ego, no al país.
Lamentablemente la función pública sirve también para alimentar los delirios megalómanos de quienes ocupan transitoriamente algún cargo. Y estos delirios casi siempre afectan el sentido común y la razón y se termina justificando ante la ciudadanía que dos litros de cocido bien pueden costar 80.000 guaraníes al presupuesto público.
(*) Educadora y periodista.