El aroma del mango

Estos días calurosos de enero están impregnados con el aroma del mango. Ese perfume dulzón que viene de los frutos esparcidos en la arena de cualquier patio o vereda. Es el deleite de las abejas que se llevan hasta el último sabor de la pulpa para dejar sólo la blanca hilacha en la semilla.

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Aunque originario de la India, por prodigio de la naturaleza el mango se adaptó muy bien al suelo americano. Apenas existe en el Nuevo Mundo desde el siglo XIX cuando lo introdujeron los portugueses al Brasil y de allí se ha multiplicado tanto o quizás más que las siete vacas y un toro que trajeron los hermanos Goes en la sufrida expedición de doña Mencia de Sanabria.

No necesita de cuidados ni riegos así que crece por obra de la naturaleza y el viento. Tan americano lo sentimos que dicen que el mismo Gabriel García Márquez, en la novela “El General en su Laberinto”, iba a describir a Simón Bolívar deleitándose con mangos en toda su infancia, pero un historiador lo salvó de meter la pata, pues en su época todavía no se asomaban por estos lares. El error se deslizó sí en la película “La Misión”, donde en plena ambientación del siglo XVIII aparece un mangal entero.

Nosotros crecimos con los mangos y somos de la generación de los mangos, un árbol noble de tupida sombra que –aseguran– hasta repele los incendios. ¿Han visto alguna vez un mangal en llamas? Es difícil, pues durante la sequía la planta acumula mayor biomasa y está en su etapa de máxima fotosíntesis. Celosos de su espacio, los mangos no dejan crecer el césped a su sombra y extienden sus ramas hacia el cocotero cercano que le quiere arrebatar luz solar hasta obligarlo a torcer su tronco.

En Paraguay tanto se habla del mango hasta los tropiezos, pero no lo aprovechamos. Sugerencias no faltan. Con tan sólo hurgar en los archivos llueven publicaciones sobre los beneficios del mango. Su consumo da un bronceado perfecto en la preparación previa de la piel para tomar sol por la abundancia de betacaroteno.

En las dietas de verano se recomiendan yogures de mango, helados de mango, compotas de mango, mermeladas de mango, jugos de mango... Pero ¿dónde se consiguen? ¿Qué restaurante los ofrece en el menú?

Los únicos que lo aprovechan muy bien son los mbyá, apostados en los alrededores de Luque, donde los niños lo tienen por almuerzo, ante la falta de otras provisiones.

También es fuente de calcio para una alimentación que busca prevenir la osteoporosis, un mal que afecta a tres de cada diez mujeres posmenopáusicas.

Para la merienda escolar, alguien ya sugirió incorporar una fruta –incluida la del mango– en lugar de los cereales azucarados.

Aunque parezca increíble, hasta en la dieta de exóticas mascotas, como la iguana, se recomienda incluir un trozo de mango.

Pero que de todo lo dicho al hecho existe un enorme trecho, nos lo demuestra el tendal de mangos caídos al suelo, como si fueran alfombras en Macondo.

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