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La inteligencia, la imaginación, la memoria, la afectividad y nuestros conocimientos dependen primordialmente de los datos que nos dan los sentidos. No hay nada en el entendimiento que antes no haya entrado por los sentidos. Lo dijo Aristóteles y nadie ha podido negarlo.
Si nuestros sentidos no han sido estimulados, desarrollados y educados, seremos personas subdesarrolladas.
Aristóteles se refería a los cinco sentidos externos. Actualmente podemos decirlo también de los sentidos internos. Si los desconocemos, si no los desarrollamos ni los hemos educado, nos privamos de fuentes fecundas de enriquecimiento de la inteligencia, la imaginación, la memoria y la afectividad.
Tanto con los sentidos externos como con los internos tenemos sensaciones conscientes, semiconscientes e inconscientes. Las sensaciones de potencial de fecundidad exuberante son las sensaciones conscientes, perfectamente percibidas y reflexionadas.
La educación familiar y la escolar suelen trabajar con los pequeños los sentidos externos vista, oído, olfato, gusto y tacto; pero son muy pocos los educadores familiares y profesionales que ayudan a identificar y educar los sentidos internos, que son kinestesia, calor, frío, dolor-placer, sensibilidad laberíntica y vestibular, y finalmente cenestesia.
Cada sentido externo e interno nos posibilita un modo de presentación de la realidad; desconocerlos e ignorar su función y razón de ser es privarnos de información y orientación sobre la realidad. En la medida en que la educación que hemos recibido y damos sobre los sentidos ha sido y es parcial o superficial, en esa medida estamos fuera de la realidad y vivimos sin apropiación personal, mental y vivencial de cuanto nos rodea. La vida se nos vive, pero no la gobernamos. Las sensaciones nos invaden con sus emociones consecuentes, pero frecuentemente no las dirigimos y somos torpes para hacernos dueños de ellas.
La educación de los sentidos no se agota en dar información sobre los datos que nos ofrecen de ellos la biología y la fisiología. A los educadores, que buscamos el desarrollo integral de cada educando, nos interesa recordar que el vivir humano no consiste en el sentir. Los sentidos tienen para nosotros una función importantísima, que es la función de posibilitar el contacto y conocimiento de la realidad. Desde esta perspectiva, los sentidos en el ser humano son analizadores de la aprehensión de la realidad que ellos posibilitan. Los sentidos nos aportan información de la realidad que recoge nuestra inteligencia, “inteligencia sentiente”, como nos hizo entender Xavier Zubiri.
Por esta capacidad que tienen los sentidos de seleccionar y facilitar información de lo que captan de la realidad, es por lo que la educación de los sentidos (única fuente de contacto con la realidad) es tan importante y necesaria.
Solamente por los sentidos tenemos acceso a la realidad. El ser humano se caracteriza porque vive en, de, desde, por, con la realidad y se hace cargo de la realidad para poder vivir. Es capaz de tomar posición personal ante ella y según sus posibilidades y ante ciertas realidades, puede transformarlas para mejorar la calidad de su vida, superando la natura con la cultura.
Solamente por los sentidos puede mantener relación y religación con la realidad, especialmente cuando esa realidad es nada menos que la realidad de sus semejantes. Sin relaciones y religaciones interpersonales, grupales, sociales, etc… el destino es la imposibilidad de subsistir y la certeza de la muerte solitaria.
Solamente con los sentidos externos e internos desarrollados, sensibles y educados la persona puede conocerse a sí misma y puede identificar la situación, el estado y evolución de su propia realidad en todas sus dimensiones; por los sentidos conoce además del exterior de su cuerpo, el estado de su interior y su intimidad.
Sin los datos que nos ofrecen los sentidos no es posible elaborar las imágenes mentales, ponerles nombre a las cosas, conceptualizar, afirmar, juzgar, pensar, razonar, saber.
En Occidente hemos privilegiado superlativamente la vista y el oído, llegando a la exageración esterilizante de aturdirnos con volúmenes de muy altos decibeles de sonido en celebraciones, fiestas y no digamos en conciertos juveniles. Son indicadores de la escasa educación y baja cultura sensorial.
jmonterotirado@gmail.com