Educación de la inteligencia recortada

El neurólogo investigador F. Rubia, acaba de publicar en enero reciente un interesante libro con el título “Cerebro Espiritual”. Él mismo explica la paradoja intrínseca del título: el cerebro es material, órgano de nuestro cuerpo y lo espiritual es intangible e inmaterial. Lo que presenta Rubia es la relación entre ambas realidades, el cerebro es el sustrato neurológico de las vivencias y experiencias espirituales. Nuestro cerebro, es decir, el ser humano está equipado para poder generar, conocer, comprender y relacionarse con lo trascendente de naturaleza espiritual.

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Cuando hablamos de lo espiritual no estamos necesariamente hablando de lo religioso. Tenemos actividades espirituales que no son religiosas, no pertenecen al mundo de las religiones. Hay un movimiento francés de intelectuales “espirituales ateos”.

El genio de la física, Albert Einstein dijo algo desafiante: “La más bella emoción que podemos tener es la mística. Es la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. Para quien esta experiencia resulta extraña es como si estuviera muerto. Sabemos que existe lo que para nosotros es impenetrable, manifestándose como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, que nuestras pobres facultades solo pueden entender en sus formas más primitivas; este conocimiento, esta sensación está en el corazón de nuestra verdadera religiosidad (…) El ser humano es parte del todo”.

En el pensamiento común de la mayoría de la gente está fijada la idea de que la mística es algo que sucede en el mundo religioso. Y se considera algo totalmente ajeno al mundo realista de la vida cotidiana, de la ciencia, el arte, el trabajo, las relaciones humanas, etc. Nuestro formación cultural generalizada nos mantiene en el error, con una visión del ser humano recortado, amputado en su natural potencial para vivir el inmenso mundo “impenetrable”, que “se manifiesta como la más alta sabiduría y la más radiante belleza”, como dijo Einstein.

No solamente tenemos “cerebro espiritual”, también tenemos “inteligencia espiritual”.

Richard J. Davidson, profesor de la Universidad Wisconsin-Madison, considerado por la revista Time en el 2006 una de las cien personas más influyentes del mundo, en su libro “El perfil emocional de tu cerebro” (en español, 2012, 289ss), describe cómo llegó a demostrar definitivamente que existe una inteligencia espiritual, que se sustenta neurológicamente en zonas precisas del cerebro.

Antes y, sobre todo, después de sus investigaciones, han surgido neurólogos, creando incluso la especialidad de la neuroespiritualidad, psicólogos, psiquiatras, pedagogos, que están publicando importantes libros sobre la inteligencia espiritual, sus funciones y desarrollo.

La antropología integral reconoce históricamente y con mayor energía en la actualidad la dimensión espiritual como parte constituyente del ser humano. La epistemología o teoría del conocimiento con exponentes cualificados como Ken Wilber, Lonergan, J.N. Ferrer (por citar solamente algunos autores que tengo a mano) o corrientes psicológicas como el transpersonalismo con Maslow, Daniel Goleman, Assagiolli, Grof, etc., evidencian científicamente lo que siempre ha sido evidente para la mayoría de la humanidad: la existencia de la dimensión espiritual en el ser humano.

Es muy difícil entender por qué nuestras universidades ignoran en sus diseños curriculares el desarrollo de esta dimensión de todo ser humano. Si Albert Einstein dice que quien se niega a reconocer el ámbito espiritual, donde se da la posibilidad de la mística, está muerto y que los conocimientos que adquirimos con solo nuestras pobres facultades no iluminadas por esa dimensión espiritual únicamente pueden alcanzar conocimientos primitivos, ¿qué estamos esperando?

Nuestra ignorancia sobre el potencial espiritual del cerebro y de nuestra inteligencia está cerrando puertas al conocimiento profundo.

Por ejemplo, según científicos de la talla de Fritjol Capra (ver su libro “El Tao de la física”) o Amit Goswami, no podremos entender la física cuántica sin las competencias de la dimensión y la inteligencia espiritual.

Aldous Huxley decía que la educación debe trabajar para “desarrollar la mente en toda su amplitud”. ¿Por qué nuestro sistema educativo, también el escolar, recorta la formación de la inteligencia e ignora parte sustancial de nuestro cerebro a la hora de planificar la educación? No se justifica decir que nuestros diseños curriculares apuntan a la “educación integral”, cuando estamos marginando la dimensión más trascendente del ser humano, la que radicalmente nos diferencia de los demás seres vivos conocidos, la dimensión espiritual.

jmonterotirado@gmail.com

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