Donald Trump y la crisis de valores

Van tomando fuerza y dinamismo los outsiders de la campaña electoral estadounidense que cuestionan el viejo orden y promueven cambios radicales en el escenario político.

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En efecto, el repunte de Donald Trump y “Bernie” Sanders refleja el descontento de parte del electorado con las élites que buscan frenar el impulso vertiginoso de estos candidatos. Harían falta muchos tratados de sociología y psicología para entender y explicar con lógica objetiva el éxito de Trump y Sanders, aun más del primero, que va colmando las expectativas del partido republicano a nivel nacional a tal grado que muchos lo dan como virtual triunfador para la nominación presidencial.

Tanto Sanders como Trump han apelado más a las emociones y a las pasiones antes que la racionalidad y la ecuanimidad.

Pero ahí también están los grandes vendedores de visiones y forjadores de magníficos sueños que han culminado en utopías irrealizables. Hitler había convencido a su pueblo de que era el elegido del destino para regir la marcha de la raza germana. Lo propio hizo Mussolini al elaborar la estrafalaria y peregrina idea de que los italianos estaban llamados a ser los nuevos amos del mundo latino, en una nueva reedición del “Sacro Imperio Romano Germánico”, donde Hitler sería la reencarnación de Carlomagno y Mussolini la de Julio César, quienes compartirían todo el poder y el dominio europeo.

Así también nadie puede erradicar de la mente febril y delirante de Donald Trump la idea de que él ha sido elegido para diseñar el nuevo orden mundial y el nuevo cambio que se originará en los Estados Unidos: el mundo nuevo de la opulencia ilimitada de la mano de los grandes consorcios y de las corporaciones industriales que rigen la economía del país en el despuntar del nuevo siglo XXI.

Trump asegura que su país va a recuperar el eminente rol que tenía a principios de la década de los 50 con oropeles e incienso para los más ricos y una esperanzadora “revolución” para los más pobres.

Pero hoy corren por el mundo guerras y rumores de guerra dentro del contexto de una “nueva Guerra Fría” que ya ha sido reconocida plenamente por Moscú. Nunca como ahora se desatan presagios lúgubres acerca del destino de la humanidad, haciendo que este siglo sea totalmente diferente a los ya vividos.

Los desafíos son globales y las fuerzas centrípetas de la globalización se oponen fuertemente a las coordenadas centrífugas de la xenofobia, provocando un tremendo desconcierto donde las Naciones Unidas ha reconocido su impotencia para desactivar la chispa de una virtual conflagración regional y mundial.

El presidente de los Estados Unidos que asuma en enero de 2017 va a encontrar grandes cuestionamientos que antes parecían inabordables como el tema del Wall Street que para Sanders es un “Leviatán” con miles de tentáculos que atosigan y asfixian al pueblo norteamericano.

¿Qué repercusiones pueden tener las estadísticas elaboradas por Trump en el campo existencial de la pobreza exponencial? ¿En qué se podrá beneficiar el prójimo común del pan de cada día con una política tan discriminativa hacia los débiles y los marginados?

Trump es el hombre de las grandes contradicciones y paradojas. Se presenta frente al público norteamericano como el gran trabajador exitista y triunfador que tiene la mágica potestad del rey Midas de convertir en oro todo lo que toca, con un optimismo y un simplismo que lo han convertido por arte de magia en un mito y un sueño circunscripto solamente a las estadísticas frías y mecánicas, al “debe y el haber”, sin presentir que la política es mucho más que un concepto crematístico y que involucra a la parte sentimental del hombre y a la administración de arbitrariedades, virtudes y lacras que devienen de la misma.

Trump dijo que mandaría al infierno a todos los musulmanes, erigiéndose así en mesías predestinado para usurpar el sitial del mismo Dios, el único que tiene potestad para juzgar a los seres humanos. En el trasfondo profundo, la crisis norteamericana es una crisis de valores y de la visión trascendental que tuvieron los grandes fundadores de esa patria: la de los cuáqueros y la de los puritanos.

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