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Las diferencias entre los dictadores e Israel son muchas y profundas. Israel es una democracia que respeta la libertad, la vigencia de la ley, el pluralismo y la tolerancia. Es permanentemente agredido pero no es inerme, se defiende y sabe reconocer las amenazas. En su democracia, el “Estado de derecho” está vigente, existe “separación e independencia de los poderes públicos”, hay respeto a los derechos fundamentales, existe “libertad de expresión y de prensa” y una vigorosa “opinión pública”, las “elecciones son libres y basadas en el voto universal y secreto”, hay “alternancia en el poder”, se alienta la iniciativa privada y se respetan las “libertades económicas”, se respeta la “propiedad privada” y se fomenta el trabajo comunitario.
Todos estos principios sostienen e integran los “valores de la civilización”, y son los que los jefes de Gobierno de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua violan, tergiversan y suplantan para mantenerse indefinidamente en el poder. Los dictadores vulneran a diario los derechos humanos, concentran todo el poder, se han puesto por encima de la ley y simulan democracia. Suprimen la prensa libre, controlan la opinión pública y la reemplazan por la opinión publicitada. Confiscan y se apropian de la propiedad privada y persiguen a sindicalistas, campesinos, periodistas, políticos y empresarios.
En Israel no se utiliza a los jueces y al Poder Judicial como sistema de represión política, no existen presos políticos, no hay exiliados, ni perseguidos por su posición frente al gobierno o por defender la libertad. Ni en situación de guerra existen cartillas de racionamiento, no hay hambre. Sus ciudadanos pueden salir e ingresar a su país libremente y gozan de la protección del Estado, no de su amenaza. Los israelitas en lugar de escapar de su patria se quedan en ella, así sea en un constante estado de preguerra o guerra misma; defienden su país como parte de la defensa de su libertad. La nación israelí, el pueblo judío, es una muestra extraordinaria de unidad en la diversidad.
En cambio, las dictaduras del socialismo del siglo XXI en las Américas se fundan en el poder absoluto e indefinido. Imponen como doctrina la confrontación étnica y regional al interior de sus Estados para dividir y destrozar sus naciones. Tienen perseguidos y presos políticos, exiliados, y han perpetrado masacres, asesinatos y juzgamientos sumarios digitados. La dictadura de Cuba ha exiliado por millones, la de Venezuela por miles, las de Bolivia y Ecuador por centenas. Cuba y Venezuela están en crisis económica y los demás van por el mismo camino. Son productores de violencia y miseria. La corrupción es parte esencial en su sistema que garantiza la impunidad. El narcotráfico se incrementa dramáticamente y aparece la sospecha de los “narcoestados”. Las elecciones son ejercicios magistrales de simulación democrática y fraude electoral. A título de antiimperialistas, en realidad son enemigos de la libertad.
Como dogma de su acción política, los dictadores atribuyen sus propios crímenes y conductas a quienes consideran sus enemigos, y lo han hecho con Israel: Fidel Castro escribiendo de “holocausto y genocidio” después de ejercer 55 años de dictadura, fusilamientos, asesinatos, invasiones, guerrillas, terrorismo y de haber convertido a Cuba en una cárcel. Maduro, Morales, Correa y Ortega, siguiendo la línea de su maestro, hablan de “masacres”, declaran que Israel es un Estado “terrorista” y que el Primer Ministro “está poseído por el demonio”.
Los regímenes dictatoriales ven en la lucha de Israel por la libertad un mal ejemplo para los pueblos. La defensa de la libertad incomoda a los dictadores, la democracia los amenaza, la tolerancia los pone en evidencia, la unidad en la diversidad los perjudica, la transparencia los acusa, la prensa libre los aterroriza, el estado de derecho los condena, la verdad los derrota.
[©FIRMAS PRESS]
*Abogado y politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy - www.carlossanchezberzain.com