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La dictadura cubana que aparenta su mejor momento de propaganda aprovechando la normalización de relaciones con los Estados Unidos, se deja ver como es en realidad. La primera encuesta independiente muestra un pueblo que quiere ser libre incluso abandonando la isla, que desprecia a los Castro y al sistema dictatorial, que espera que llegue la libertad, que da su más alto reconocimiento al presidente Obama y al papa Francisco, o sea a líderes de los dos enemigos más importantes construidos por el castrismo, el llamado imperialismo norteamericano y la Iglesia Católica.
Como si esa constatación de la realidad fuera poca vergüenza, los líderes políticos y empresarios del “enemigo” son acogidos con beneplácito y gratitud por los funcionarios del castrismo, para pasar revista a lo que podría ser una ocupación incruenta. La dictadura se esfuerza por simular elecciones municipales y solo ejecuta otro papelón. Sin el petróleo venezolano, o se dan prisa o la crisis los hace declarar otro periodo especial.
El dictador venezolano extrema las fórmulas castristas de manipulación comunicacional para tapar el hambre, la escasez, la corrupción, las violaciones de derechos humanos y las denuncias de narcoestado. No pudiendo seguir con el discurso y ataques antiimperialistas contra los Estados Unidos, Maduro cambia de enemigo y ahora confronta con España a quien provoca y agrede luego de haberle metido el caballo de Troya con el rótulo de “Podemos”.
Como gobierno títere del cubano, a Nicolás Maduro le es imposible seguir siendo antinorteamericano cuando el dueño del proyecto político está en pleno proceso de normalización con el ahora “nuevo amigo”. El régimen venezolano ya no gobierna, agoniza. Amenaza, oprime al pueblo que dice defender, culpa de su corrupción y estulticia a sus víctimas, enjuicia a medios de comunicación y periodistas, violenta la propiedad privada y persigue a políticos, empresarios, militares y religiosos, mientras campea la corrupción. Es un estado avanzado de la crisis.
En Bolivia, la estrepitosa derrota electoral en las elecciones municipales y de gobernadores ha llevado a Evo Morales a ordenar personal y públicamente el fraude de Chuquisaca, que su tribunal electoral ha “legalizado” apresuradamente. Morales proclama que “no cree en la independencia sindical”. Los medios de comunicación denuncian “persecución por asfixia económica” y los periodistas se declaran “indefensos ante el poder total”. La corrupción del Fondo Indígena (¿2.000 millones de dólares?) presenta como responsable al líder cocalero disfrazado de indígena y convertido en dictador.
Los indicadores económicos revelan que la deuda externa contratada por Morales supera la de 20 años atrás. La deuda interna pública no se comenta, la moneda nacional está sobrevaluada, lo que perjudica a la industria productiva y exportadora pero beneficia al contrabando y al lavado de dinero. La inversión extrajera cayó en un 63% el 2014. Las exportaciones se han reducido en 27% a febrero. El costo estatal de producción de estaño es ya deficitario. El año 2003 el pueblo compraba 5 panes con un boliviano que hoy sirve solo para un pan y medio, y Morales sigue proclamando “éxito económico”… Es la crisis, que la liquidez del narcotráfico no deja ver con claridad pero que tiene a los bolivianos en la lista de espera del desastre.
La crisis está marcada por un punto de inflexión que los gobiernos del socialismo del siglo XXI ya han superado y que los lleva por “una secuencia de eventos que determina la tendencia para mal, de todos los eventos futuros”. Es la realidad de los dictadores que, como enseña la historia, deja a sus pueblos en crisis económica, política y social.
[©FIRMAS PRESS]
*Abogado y politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy www.carlossanchezberzain.com