Deterioro anticipado

Si hacemos números llegaremos a la triste conclusión de que en este país duran más las campañas electorales que los gobiernos, tal vez una de las causas reales de los intentos de todos los presidentes de buscar la reelección, a pesar de su taxativa prohibición.

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El período gubernamental es de cinco años, sin embargo, en la práctica los gobiernos duran menos de dos años y el resto del plazo constitucional se destina a formalidades intrascendentes, donde mucho tienen que ver el electoralismo permanente y el internismo partidario.

Los gobernantes llegan agotados al sillón presidencial y a sus curules parlamentarios. Para estar ahí tuvieron que soportar un año de campaña en las internas partidarias y luego seis meses de campaña nacional, por lo menos. Si son muy hábiles pueden llegar a dos años de gobierno tranquilo, pero la tendencia señala un plazo cada vez menor para que la figura presidencial comience a perder apoyo, a restar confianza, para finalmente deteriorarse antes de tiempo.

Independientemente del caso paraguayo, los gobernantes tienen su ciclo de popularidad que el consultor político Daniel Eskibel considera inevitable. El mismo explica, basado en estudios científicos y datos estadísticos internacionales, que los primeros meses del nuevo gobierno son de alta popularidad. Esta etapa es conocida como la de “luna de miel”, donde el ganador inclusive aumenta la popularidad que tuvo al ser elegido y prácticamente ninguna iniciativa del gobierno es rechazada.

En la siguiente etapa el gobernante experimenta un descenso, que en nuestro caso se da inexorablemente en concordancia con el inicio de las internas, las cuales como todos sabemos se produce mucho antes del tiempo legalmente establecido. Es ahí donde los amigos se vuelven enemigos y los grandes admiradores iniciales no solo niegan elogios sino se convierten en los más agresivos atacantes.

Fíjense en quiénes eran aliados de Horacio Cartes en las campañas electorales para las elecciones nacionales, y qué decían sus adversarios que, luego del triunfo electoral, cambian totalmente de postura para alinearse al ganador y ocupar espacios de poder en el nuevo esquema. Ellos ahora están de nuevo en la vereda de enfrente con el mismo discurso de antes.

La etapa del descenso de la popularidad no solo implica el retorno a la antigua vía que va directo a la confrontación sino también arrastra a los amigos de las primeras horas, además de significar el dramático final de la luna de miel con los medios de comunicación. Generalmente, los gobernantes no quieren entender este proceso porque, además de creer que con ellos jamás llegaría a darse el caso, piensan que la culpa de todo la tienen sus colaboradores.

Pero esta mala noticia para el Ejecutivo, que es buena para la oposición interna y externa, no es determinante, aún cuando la caída de la popularidad llegue a lo más bajo. Entonces es cuando la noticia tiene efecto a la inversa porque luego empieza el período de la recuperación, donde los gobernantes logran de nuevo levantar cabeza hasta llegar a un nivel que puede no ser similar al punto de partida, pero lo suficiente como para sostenerse y continuar con la gestión.

En el caso paraguayo, esta situación de la recuperación, a pesar de los arreglos y ordenamientos en cuanto a los períodos electorales, que juntan los acontecimientos proselitistas cada dos años y medio, algunos gobiernos se recuperaron pero otros no.

Aquí el electoralismo es total y continuo, mientras la sociedad espera que los gobiernos gerencien el país, bien o regular, por cinco años completos, y no que la representación se suspenda con cada evento electoral, convirtiendo al Partido Colorado en la república que deja de respirar mientras unos cuantos personajes se disputan la mejor manera de permanecer el mayor tiempo posible viviendo a costa del erario y empleando a la mayor cantidad de gente leal a sus propósitos políticos de continuidad para la nada.

ebritez@abc.com.py

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