Después de la alegría...

Después de la farra, dicen los muchachos, vienen la resaca, el pirevai y el no recordar muy bien lo que había pasado. Ojalá no nos pase lo mismo con la aclamada y gratificante visita del papa Francisco. Fueron tres días extraordinarios de júbilo popular, con abundantes emociones y experiencias inolvidables para quienes pudieron ver de cerca o hablar algunas palabras con el Santo Padre. La alegría ya terminó, ¿y ahora qué?

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Queda una ardua y difícil tarea por delante. El Papa nos dio orientaciones y recomendaciones sobre distintos aspectos de nuestras vidas como cristianos y como ciudadanos de un país que tiene un potencial enorme pero que, lastimosamente, arrastra serios problemas de desigualdad social, injusticias, pobreza y marginalidad de ciertos sectores de la población.

Lo bueno de todo es que nos presentamos y nos vimos como una sola nación, con sus grandezas y sus miserias, con sus aciertos y sus errores, con su rica herencia multicultural y la penosa realidad de marginación y pobreza de los pueblos originarios y los cinturones de miseria que rodean a las grandes urbes.

Ante nuestra multifacética realidad, el Papa nos recomendó algunas tareas esenciales: practicar el diálogo del encuentro, ser solidarios con los más necesitados y, si posible fuere, dar la mamo y sentir la mirada y el rostro de los pobres y excluidos sociales. Se trata de un llamado personal a todos los ciudadanos, a cada uno de los que habitamos esta tierra guaraní. Parece algo muy pequeño, muy de frase hecha para salir del paso. Sin embargo, es un desafío enorme que todos trabajemos juntos por ir moldeando la sociedad justa, progresista y solidaria que hasta ahora no hemos podido construir.

A las autoridades nacionales y a la clase dirigente de los grupos sociales les dijo claramente que la patria está primero y después los negocios. Les recordó que la corrupción es el cáncer, la gangrena que enferma a la sociedad. Les encomendó practicar la autoridad como un servicio a los más necesitados. Les exhortó a “tocar a la gente” para sentir en propias manos las necesidades de las personas carenciadas.

Por supuesto, en su bullicioso encuentro con los jóvenes, les instó a seguir haciendo líos, pero en la dirección correcta de luchar contra las injusticias, contra los atropellos a la dignidad humana, contra los vicios y la sociedad del mero consumo y placer. Les pidió que no renuncien a sus ideales y, sobre todo, que no le gustan los “jóvenes jubilados”, es decir, aquellos que se entregan prematuramente a sobrevivir en un mundo injusto e inhumano.

Sí, después de tanta alegría hay mucho que hacer. Cada uno en el lugar en que está, en el cargo que ejerce, en la función que desempeña, en la posición que ocupa en la batalla diaria por un país mejor. Ojalá no nos quedemos solo con las bellas imágenes del Papa con la gente y las multitudes. Los buenos recuerdos son alimentos para el alma, pero la dura realidad cotidiana demanda el esfuerzo físico y mental para hacer que las cosas cambien en la dirección que nos ha marcado don Jorge Bergoglio.

ilde@abc.com.py

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