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En filosofía se ha determinado que el individuo tiene tres valores éticos cardinales que guían su vida: la razón, el propósito, y la autoestima. Para que el individuo pueda alcanzar y mantener dichos valores morales debe “actuar“! Estas acciones son las que llamamos “virtudes morales”. Así, el “raciocinio es la virtud de la razón”, la “capacidad productiva es la virtud del propósito”, y el “orgullo es la virtud de la autoestima”.
La capacidad productiva (el trabajo) es el “propósito” central de la vida de un individuo racional. De hecho, “la virtud de la capacidad productiva”, y el valor moral del “propósito” determinan la jerarquía de todos sus otros valores morales.
La razón y la facultad de raciocinio es la fuente y una precondición para realizar cualquier trabajo productivo ,y el “orgullo” es el resultado y la mayor recompensa que todo individuo busca para sí mismo. El talento de un individuo y su “valor como persona” están determinados por su iniciativa y su amor personal por el trabajo. La dignidad del individuo no tiene sustituto, y está determinado por su independencia y su capacidad de “ser alguien” por sí mismo.
El desempleo no es simplemente un número o un índice macroeconómico como tan sencillamente los economistas nos muestran; no es simplemente una “cifra” que mide la prosperidad o el subdesarrollo de un país. “El desempleo es una desgracia” que despoja al individuo de todas sus virtudes y valores morales; una puñalada a la dignidad de los hombres; una barrera insuperable para la realización individual; una verdadera enfermedad que condena a la pobreza material y moral a los individuos, destruyendo a varias generaciones, incluso antes de nacer. El desempleo y sus efectos carcomen día a día el sueño de prosperar de miles de personas arrastrando a toda la sociedad a la decadencia.
El desempleo tiene un gran aliado, el estatismo –el intervencionismo estatal en la economía– que destruye la capacidad productiva de una sociedad, y con ella su orgullo, su dignidad, sus valores y sus virtudes. En la historia ha quedado demostrado que las sociedades con mayor intervencionismo estatal en la economía, tienden también a ser cuna de déspotas y suelo fértil para la burocracia y la corrupción. Hoy podemos observar la Cuba comunista de Castro, con una sociedad de individuos –con excepciones– prácticamente sin orgullo ni dignidad alguna y encaminada ya a una larga y triste vida de servidumbre –de servicio al Estado– a los Castro. Lo mismo se puede observar en la Venezuela de Chávez y Maduro; una sociedad en guerra, entre aquellos que aún luchan por su dignidad y aquellos que ya la han perdido. Hemos visto a nuestros vecinos –la Argentina socialista de Fernández– destruir casi por completo la capacidad productiva de su país una vez llamado “el granero del mundo”, creando una sociedad de holgazanes sin orgullo que vivían de los pocos que producían. Y por qué no mencionar el Brasil de Lula y Rousseff, con un Estado proteccionista, intervencionista y corrupto que ha desfalcado en complicidad con seudoempresarios por más de 8.000 millones de dólares a los brasileños trabajadores que sostienen ese monstruoso leviatán.
En la historia ha quedado demostrado también que las sociedades con mayores libertades individuales y económicas son las más prosperas y desarrolladas; y claro!, “las que menor número de individuos desempleados tiene”. Estas sociedades gozan tanto de valores materiales como de altos valores morales. Ejemplos de ellas son Chile, Perú, Singapur (y los tigres del Asia), Estonia, Alemania, EE.UU., Nueva Zelanda, Australia, entre otras.
Paraguay es un país bendito, con recursos naturales, fuentes inagotables de energía limpia y barata; con una población joven y capaz; y sin embargo, con una gran cantidad de ciudadanos pobres, desempleados y condenados a la ilegalidad. Nuestro infortunio se debe principalmente al estatismo reinante en el país. Hoy existen más de 400.000 desempleados, entre ellos cerca de 200.000 jóvenes. Estos ciudadanos requieren de oportunidades, de la posibilidad de acceder a un trabajo productivo que les permita utilizar sus facultades y lograr sus metas de forma digna.
El desempleo no es una cifra, sino un inmenso problema moral dentro de una sociedad de hombres libres.
ncristaldo@abc.com.py