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Así también unas conversaciones telefónicas, felizmente filtradas, ponen al descubierto, o lo ratifican, lo que siempre se supo: la corrupción en el Palacio de Justicia de brazos con la corrupción política.
Un abogado español le comunicó a su cliente, hace unos días, que ya no lo defenderá en el caso de una joven asesinada y posiblemente violada. Dijo el letrado que abandona la representación de su cliente porque le mintió. “Es necesario creer completa y honestamente en la persona a la que se defiende”. En nuestro país es frecuente el caso contrario. El abogado instruye a su cliente a mentir con lo que se convierte también en delincuente, pero no le importa, sabe que nada le sucederá salvo que multiplique su clientela porque tendrá fama de buen abogado en el que se puede confiar. Como sea, salvará a su cliente de la cárcel, hasta podría conseguirle el sobreseimiento libre, con su honor inmaculado. No importa las infinitas pruebas que lo desmientan.
Entre otros, tenemos el caso de González Daher. Consciente de su culpabilidad, se puso en las manos que vayan a zafarle de una merecida condena judicial. Por de pronto, los primeros pasos ya le son favorables. Estos pasos se inician, cuando el pez es gordo y el delito es grave, con apartar a los fiscales de las investigaciones, toda vez que éstas vayan por buen camino. Bueno para la sociedad, malo para el acusado. Después le tocará el turno a los jueces que se verán obligados –otras veces no tanto– a inhibirse de la causa. Según vayan los trámites, el expediente se irá a la Corte Suprema de Justicia. Y allí se acaba. La Corte es el cementerio de los trámites judiciales que comprometen a los políticos de peso. Allí está, entre otros, el voluminoso expediente del senador llanista, y futuro integrante del Parlasur, Enzo Cardozo. Tiene que rendir cuentas por aproximadamente 90 mil millones de guaraníes. Esta descomunal suma estaba destinada, en los papeles, a los pequeños productores agrícolas. De haberles llegado el dinero muchos de ellos ya habrían salido de la pobreza o la pobreza extrema.
El caso de González Daher no es menor. En este exparlamentario –ex hasta junio– va mezclada la política con el dinero. Como hay tantas pruebas en contra, su abogada acude a lo más burdo y elemental, pero muy provechoso: apartar a los fiscales para ganar tiempo o hasta encontrar uno con cara de complaciente. Si los abogados fuesen, como se dice, “auxiliares de la justicia”, su misión elogiosa, necesaria, sería que los delincuentes –si lo fuesen– reciban una condena justa. Pero nuestros abogados –o la mayoría de ellos– comienzan su labor por declararlos inocentes, no importa la cantidad y calidad de los testimonios que digan lo contrario. Es más, harán lo imposible por desacreditar y anular las pruebas, testigos incluidos.
Los abogados de quienes aparecen en los audios tramitando la venta de influencia, buscan con descaro que se anulen las pruebas y con ellas la acusación contra sus clientes y decirnos luego “aquí nada pasó”. ¿Cómo? ¿Y los nombres, hechos, delitos, que se escuchan en todo el mundo? Además, nadie habla de los audios como pruebas sino como indicios a ser investigados. Y lo que buscan los “profesionales del derecho” es que se evite la investigación porque saben que van a saltar nuevos y escandalosos acontecimientos. Uno de esos abogados quiere encarcelar a la persona, o las personas, que grabaron la conversación. Y es posible que se llegue a ese extremo supuesta la preocupación de nuestra justicia por la justicia.
Al lío jurídico de González Daher se agrega el político pero, al parecer, nada le preocupa. Ni en los tribunales ni en su Partido se atreverán con él. Seguirá en el quinto puesto de la lista a senadores cartistas lo que le asegura su regreso al Parlamento. Le piden renunciar. ¿Renunciar? González Daher no tiene ni un pelo de tonto. De aquí a abril ningún trámite avanzará en la justicia, tampoco en la Junta de Gobierno.
La justicia y la política se hunden cada vez más en el descrédito.
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