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Debemos tener claro que las madres solteras son dignas, por supuesto, de reconocimiento, pero también reafirmemos que los hijos merecen la protección de ambos padres.
Cuando era chica escuché en una conversación de adultos: “Es que ella es mamá soltera”; sin entender qué significaba se lo pregunté a mi madre, quien me explicó “son mamás que tuvieron hijos sin casarse”. Nada más. Me lo dijo de una manera muy cariñosa, sin juzgarlas. Con los años, fui entendiéndolo mejor.
Este reflotar del tema que trajeron las palabras del político, puede ser bueno si nos sirve para pensar en la realidad de tantas mujeres. Mencionar que existen distintas razones que llevan a ser madre soltera no es sencillo, pues tendemos a la lógica de afirmar que la madre soltera fue abandonada por su pareja.
He leído posts en las redes que rezaban: “Enviemos al cuartel a todos los padres que no se hacen cargo de sus hijos” o “¿Por qué se dice madres solteras y no padres irresponsables?”, así un largo “copiar y pegar”.
Como en todo, las generalizaciones no ayudan e impiden que se encuentre algún camino para dilucidar y aminorar el problema.
En torno a la mujer –entendemos en edad fértil– consumimos actualmente conceptos importados sobre la maternidad: para darle curso o impedirla, priorizarla o postergarla, según ella decida. Por un lado, se considera a la mujer una heroína cuando se hace cargo de sus hijos sin apoyo de un padre (o más de uno, si tuvo otras relaciones) y por el otro, se la condena si los abandona. Ser mamá no es una obligación de la mujer, pero sí es una exigencia de la perduración de la especie, y la mayoría siente esa necesidad de dar a luz, aún solas.
La historia nos cuenta que las mujeres paraguayas levantaron el país, trabajando de sol a sol y dándole a esta tierra nuevos hijos. Pero, en guerra o no, detrás de toda madre soltera, hay un hombre, a quien culturalmente –sin conocer las razones de su ausencia– estigmatizamos de inmediato.
Aunque no se trabaje popularmente sobre esta realidad porque suena antipática: el hombre no siempre abandona a la mujer embarazada, hay no pocos casos en que son ellas las que no permiten ayuda (manipulación, chantaje emocional, etc.), y si la hay, nunca están conformes. Y también existen casos inversos, en los que es la madre quien abandona a sus hijos.
Actualmente hay líneas que fomentan en la mujer profesional criar hijos sin la intervención económica ni presencial del padre. Como vemos, en el tema de las madres solteras, que es ámbito familia, hay muchísimo para desmenuzar.
“Yo nunca necesité a mi padre”, me dijo alguien, y agregó: “Mi abuelo fue mi papá”. El abuelo, padre al fin, o un tío, un hermano, un padrino; el padre existirá de alguna manera.
Las madres maduras que sacaron a sus hijos adelante, más que halagos, desearán –me arriesgo a decir– que sus historias no vuelvan a repetirse en otras mujeres.
lperalta@abc.com.py