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El malestar estudiantil que se vive en estos días nos pone de nuevo frente a la fiabilidad del juramento. Los estudiantes fueron recibidos por la ministra de Educación dispuesta siempre a repartir flores entre los jóvenes, pero en el momento de firmar los compromisos, ¡ah no!, de firmar nada porque esto no está dentro de mis competencias. Días más tarde los jóvenes fueron recibidos por el presidente de la República para escuchar sus reclamos. “Este partido lo vamos a jugar todos”, “nos vamos a encontrar todos en la cancha”, “vamos a mojar la camiseta”. ¿Y firmar?, ¡ah no!, de eso ni hablar. “Mi palabra basta”. “¿Van a desconfiar de lo que les prometo?” Pues sí. Tantas veces se nos ha mentido, que tenemos motivos suficientes para desconfiar. Me incluyo aquí, como simple ciudadano, porque soy uno de los miles que se sienten defraudados por tantas promesas que naufragaron en calamitosas mentiras. Los estudiantes hacen bien en desconfiar, ya que tenemos presente la promesa del “nuevo rumbo” que iba a tomar el país bajo la presidencia de Horacio Cartes y hasta el momento lo único que vemos es que, evidentemente, la aguja de la brújula se ha desimantado y ya no marca más el norte con lo que vamos a la deriva. El presidente sigue fotografiándose al lado de gente sospechosa, sigue mostrándose afable con quienes una persona honesta no se mostraría y hasta recibió en su residencia la visita de un prófugo de la justicia que fue (tuvo que ser) detenido cuando abandonaba Mburuvicha Róga.
Si la prometida lucha contra la corrupción tomó cuerpo dentro de esta administración, no fue empujada por las políticas de Cartes sino debido a la indignación de los jóvenes que decidieron lanzarse a la calle para exigir la cabeza de rectores, decanos, profesores que convirtieron la misión de educar en un prostíbulo. Así como suena: favores ilegítimos a cambio de dinero. ¿No es esto acaso un acto de prostitución?
Para mayor inri, al presidente no se le ocurrió nada mejor que utilizar un lenguaje futbolero para responder a los jóvenes, en el momento en que ni siquiera el fútbol se salva de la corrupción, con robos varias veces millonarios, demandas internacionales y vergonzosos cobros de dinero indebido a cambio de ventajas también indebidas. Los dirigentes señalados por organizaciones deportivas internacionales se siguen mostrando como si hubieran oído llover.
No se debe confiar en la palabra de los políticos. Alguien, no recuerdo quién, dijo: se hace política con la poesía y se gobierna con la prosa. Recuérdese el juramento presidencial de que “si así no lo hiciere, que Dios y la Patria me lo demanden”. Hasta hoy nunca he visto que Dios le haya demandado a ningún presidente por las veces que rompió su juramento. Y la Patria, menos. El único hecho que conozco, que puede tener alguna relación con el tema, es la famosa (famosa por lo menos aquí en España) leyenda del Cristo de la Vega contada en Toledo cuando la Guerra de Flandes (Siglo XVI). Una mujer recibió el juramento de matrimonio por parte de su amante que partió a la guerra y puso de testigo al Cristo de la Vega. Pero al regresar se hizo el desentendido. La mujer lo denunció y el juez decidió tomar declaración al Cristo que, si bien no habló, desprendió el brazo derecho de la cruz y lo posó sobre la cabeza de la engañada. Si en el Palacio de los López hubiera un Cristo que pudiera desprender un brazo para reclamar a los presidentes (a todos, sin excepción) por las veces que rompieron su juramento, de seguro ya les habría cortado los brazos a todos.
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