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Los sentidos nos ayudan a percibir el mundo físico en el que vivimos; ellos captan las impresiones, las cuales son transmitidas al cerebro y este las convierte en sensaciones. Hay un video en la web, muy didáctico y gracioso, hecho en un show televisivo; en un juego (estilo “gallito ciego”) se le presenta a una mujer un joven atractivo sugiriéndole que la besará una vez que ella tenga los ojos vendados. Hecho el vendaje, se cambia al modelo por un chimpancé que acerca suavemente sus labios a los de ella. El chiste, por supuesto, lo vemos desde afuera, la mujer está convencida de que la besa el hombre. Así, teniendo una información previa instalada en el cerebro, llegar a la verdad se complica.
Hemos de ser cautos y no fiarnos de lo primero que captan nuestros sentidos: cuántas veces juzgamos situaciones, a personas y hasta a nosotros mismos sin estar seguros de lo que sucedió realmente, convencidos de lo que vimos o escuchamos.
Crecemos sintiendo placer y dolor –dolor, sobre todo los que fuimos más curiosos que un gato y vivimos para contarlo–. Los golpes, caídas, accidentes, heridas, etc. (por supuesto no provocados) son parte del desarrollo de la vida, la cual ejercemos desde el mismo momento en que llegamos al mundo, cuando rompemos en llanto.
Los sentidos son también contagiosos; en la película francesa, Amelie mete la mano en un saco de semillas para transmitirnos una sensación agradable y deseos de querer hacer lo mismo.
Saliendo del plano romántico, la OMS acaba de advertir sobre el uso de los audífonos a alto volumen. Si hay una escena que se multiplica es la de gente conectada a su celular, que no solo deja de escuchar todo lo que no es “su mundo”, sino de ver y de hablar. Poca gente se percata sobre los riesgos de perder la audición, que, reflexionando, van más allá de la pérdida física.
Por su lado, el gusto, casado con el olfato, es el sentido que nos permite degustar toda delicia natural o elaborada. Un ejemplo de su potencialidad podría ser el que me dijera una sexóloga: “Para tener una idea de la vida sexual de las personas basta mirarlas comer, porque uno es el reflejo del otro”.
Cuidar, desarrollar y pulir nuestros sentidos –sin menoscabar la templanza– nos llevará definitivamente a vivir mucho mejor.
lperalta@abc.com.py