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Sin embargo, hemos tenido avances en los planos político y electoral que debemos apreciar. Son logros que nadie, por más esfuerzo que haga, podrá arrebatarnos.
Ningún gobierno serio del mundo puede ignorar que ese proceso nos llevó a elecciones cada vez más limpias y confiables. Nadie puede ignorar que se respetaron los resultados electorales, que fueron reconocidos por todos y la transferencia de poder se realizó con absoluta normalidad como si viniésemos de una larguísima tradición democrática. Los protagonistas de estos logros no fueron ni Carrillo Iramain, ni Sixto Pereira, ni José Rodríguez, ni Eulalio López, ni Elvio Benítez, ni Camilo Soares y mucho menos Fernando Lugo.
Nadie podría desconocer que las Fuerzas Armadas son nacionales, no bolivarianas, que la policía se ha mantenido leal a la Constitución y no como instrumento de represión.
Sin embargo, es posible que no nos demos cuenta de que todos los sectores estuvieron a su turno en el gobierno sin mayores traumas. Gobernó el Paraguay el Partido Colorado, gobernó el oviedismo, gobernó la izquierda, inclusive la radical con Lugo y ahora tenemos un gobierno liberal. Parece que a ciertos tiranuelos del continente esto les resulta insoportable por convicción y por temor.
Encabeza el ataque al Paraguay Hugo Chávez, el mismo que dijera, el 10 de mayo de 2009, en su programa de emisión obligatoria “Alo Presidente”, la número 330 desde su estado natal, lo siguiente.
“La tierra no es privada, es propiedad de la nación (…) ( a gritos) No hay tierras privadas, ¡¡YO ASÍ LO DIGO!!”. El mismo que hace jurar a los militares “Socialismo o muerte”. Vaya defensor de la democracia.
Le sigue la regente de un raro modelo, no se trata de Robin Hood, se parece más a una cuasimonarquía cleptocrática (cleptomanía: propensión morbosa al hurto). No puede sorprender su enojo. La simple observación y comparación podría resultar en una condena a su gobierno por contraste.
En efecto, Fernando Lugo en el Paraguay del “golpe” va a la casa presidencial con toda su guardia, aparece caminando y arengando en las calles sin que nadie le moleste, utiliza el sistema de comunicación a cargo del Estado sin que autoridad alguna le perturbe. Qué mal ejemplo.
¿Alguien se podría imaginar este comportamiento ciudadano y gubernamental de parte del Gobierno K de Cristina? Inimaginable.
Así es, apenas unos ejemplos. Los cuatro del Mercosur están con un solo propósito: evitar que el Paraguay siga ejerciendo, momentáneamente, su soberanía. Puedo suponer algunas motivaciones, como por ejemplo que son más importantes los negocios que la democracia.
En esta línea son más importantes los petrodólares de Hugo que la lucha democrática de los paraguayos. Justamente, este pequeño país que impide que el gran socio integre el Mercosur.
El juicio político es una buena excusa. “Excluimos a Paraguay e incorporamos a Venezuela”, parece ser la estrategia. Bienvenido sea, que lo hagan, que más temprano que tarde, arreglados los negocios, nuestra nación emergerá como la nación que supo preservar su soberanía.
Se escucharon insistentes voces que piden revancha, que respondamos con medidas tan destempladas como las tomadas por estos países motivadas por la irritación. Cómo no irritarse con un país que despreció los maletines portados por cancilleres de otros países, como ocurrió en la relación de estos dos.
Habrá momentos difíciles; la sola deuda económica con Chávez puede ser utilizada como castigo político. Lugo preparó esa dependencia financiera. Estoy seguro de que sabremos resolverlo.
Nuestro Estado, su Gobierno y la nación, a diferencia de Lugo y su grupo de violentos, sabremos proteger a los brasileños y brasiguayos, a los argentinos y uruguayos, a cualquier persona de cualquier parte del mundo que encuentre en nuestra tierra la oportunidad de ofrecerle un buen futuro a su familia. Los abusos de sus gobiernos no nos desviarán de nuestro compromiso con los seres humanos.
Los gobiernos vecinos, estoy persuadido, no tardarán en reconocer lo que logramos los paraguayos.
Sinceramente pienso que nuestra fortaleza no está en nuestra capacidad de respuesta sino en la convicción de preservar nuestra paz, nuestra soberanía y nuestra dignidad.