Cuando violar a una mujer es normal...

Sin dudas que la civilización en la que estamos inmersos es fruto de una larga serie de grandes descubrimientos, avances y, aunque parezca absurdo, enormes contradicciones. La diversidad cultural, a la vez de enriquecer a los pueblos de la Tierra, también pone siempre en tela de juicio los valores que los humanos, o que muchos, consideran universales. Después de la Segunda Guerra Mundial, luego de que el mundo vio que filosofías como el nazismo o el fascismo exterminaban a los demás, por albergar en su seno creencias irracionales, líderes de las distintas naciones se unieron para que en 1948 se adoptara la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Un intento para poner fin a los genocidios y a los dirigentes liberticidas alrededor del globo.

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Lamentablemente, no funcionó. El comunismo prosperó en varios países y cometió actos deshumanizantes iguales o peores que los de los nazis. En otras latitudes, para contrarrestar el poder de los comunistas, el conservadurismo se posicionó con alta dosis de totalitarismo y los derechos humanos fueron cercenados de norte a sur y de este a oeste. Finalmente, el comunismo y el nazismo cayeron, pero aún así, los derechos humanos no triunfaron. En el mundo existen todavía decenas de dictaduras que diariamente violentan a sus ciudadanos.

Y además de eso, se suman los grupos autoritarios y medievales que pretenden imponerse en distintos países, con apoyo de la religión o del Estado. Es el ejemplo de sociedades donde una mujer violada debe casarse con su violador para saldar el “crimen” o donde las violaciones sexuales son forma de castigar o mejorar la convivencia. Es una manera de demostrar el grado de incivilización al que se llega de la mano de la tradición y la ignorancia institucionalizada.

Días atrás, la política india Asha Mirge, de la Comisión por los Derechos de la Mujer en el Estado de Maharashtra, responsabilizó a las mujeres por la violencia que sufren. “Las violaciones suceden por la vestimenta de las mujeres, por su comportamiento o por encontrarse en lugares inapropiados”, señaló Mirge, quien fue duramente criticada en su país, una nación donde hay decenas de casos de violación en grupo que no se denuncian. El gurú Asaram Bapu no se queda atrás. En una última alocución había dicho que una extranjera violada en el país tiene la culpa porque “debía rezar a Dios y pedido a los atacantes que la dejaran en paz”.

En la vecina Pakistán el panorama es más desalentador. La semana pasada una mujer fue condenada por un consejo tribal a ser violada por un hombre y sus dos hijos, como castigo por la relación “ilícita” que mantuvo el hermano de esa mujer con una familiar de esos tres hombres. “El deshonor deberá ser vengado con deshonor”, sentenció el consejo.

Esto sucedió días después de que saliera a luz un caso de una joven de 20 años que fue violada en grupo por miembros de un consejo tribal como “castigo” por mantener una relación con un hombre de otro pueblo, al este de la India. Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, casi 1.000 mujeres murieron en 2012 por los crímenes de honor.

Vivimos en el siglo XXI con individuos del siglo XI, donde priman valores enfermizos como el honor o la adoración a deidades. Una cultura que defiende violar a una mujer para saldar un delito no merece ser respetada. Todo lo contrario, debe ser puesta en evidencia y refutada. El cuento del relativismo moral es arma poderosa para los líderes medievalistas, que todavía quieren imponer reinos celestiales en la Tierra o manejarse con libros sagrados escritos por analfabetos misóginos. No es bueno proponer verdades sagradas e intocables, pero un mínimo consenso en valores como la vida, la libertad y la propiedad hace que respiremos aún algo de civilización. El respeto por el otro y la vida acorde a lo que desea cada uno son los obstáculos contra el oscurantismo religioso y secular. Pero aún seguimos incivilizados.

equintana@abc.com.py

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