Corazón de fuego

Jn 20,19 – 23.- Celebramos la solemnidad de Pentecostés, cuando ellos “vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron sobre cada uno de ellos y se quedaron llenos del Espíritu Santo”.

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Jesús, una vez más, cumple sus promesas, ahora mandando al Espíritu Paráclito, que nos enseña a evitar la doble vida.

La comparación es de “unas lenguas como de fuego” que tendrían que llevarnos a tener un “corazón de fuego”.

“Corazón de fuego” no significa manifestar un comportamiento irritable, que explota por cualquier tontería y lastima a los demás. Asimismo, no es ser un calentón descontrolado, o una dama que se enamora locamente a cada tres meses, por un tipo diferente.

El “corazón de fuego” que el Espíritu nos regala es el entusiasmo en la existencia, es ser una persona que no se deja abatir por los golpes comunes y corrientes, pero lucha por su ideal y encuentra su fortaleza en el diálogo amoroso con este mismo Espíritu.

El mundo tiene necesidad de gente con este corazón de fuego, que no sea apática, mandi’o’ýre y no se desmotive delante de simples contrariedades.

En la familia, cómo da gusto compartir con personas vibrantes, que saben contagiar con el buen humor, con pláticas optimistas y se sienten satisfechas por vivir con quienes vive.

La Escritura indica con mucha propiedad: “Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu y hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios que realiza todo en todos”. Para todos los ámbitos ahí se diseña el grandioso desafío de trabajar por la unidad en la multiplicidad, de respetar las cualidades de los otros como donadas por el Señor y hay que aprender a disfrutar de los dones ajenos y facilitar su manifestación.

Es más, no ser acomplejado por juzgar que no se tiene cualidades para estudiar con éxito, para trabajar bien y salir adelante. A veces, afirmarse como alguien con pocos dones es un vergonzoso argumento para justificar la pereza, su “corazón helado” e indiferencia ante el bien común.

Tener un “corazón de fuego” es ser un incansable constructor de la paz y de la justicia, transmitir esperanza para su entorno, desarrollar con pasión sus propios talentos y valorizar los talentos ajenos. Es creer ser posible otro tipo de sociedad.

Asimismo, es acrecentar la unidad y la vida solidaria entre los que siguen a Jesucristo y se abren felices a los siete dones del Espíritu, que compartidos, se multiplican por mil.

Hoy es la “Jornada del Laico” y deseo a todos un corazón de fuego y pila memete.

Paz y bien.

hnojoemar@gmail.com

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