Conviértanse, el Reino está cerca

Juan el Bautista es el profeta de Adviento, el que preparó el camino para la llegada del Mesías... "Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca...". "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca...?".

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Estas frases son de rutina, y como los fariseos y saduceos de ayer, no comprendemos todo el alcance del mensaje de Juan.

Ellos exigían también a sus adeptos la conversión, eran piadosos y cumplidores de la ley, sabiendo que eso supone "conversión" del corazón. ¿Dónde está la diferencia con la conversión que traía Juan?

Tanto Juan como Jesús, luego, no anuncian una nueva religión o cierta estructura político-religiosa. Comencemos por ahí para interpretar la novedad de Juan, la conversión predicada por él: Exige el cambio en la misma institución, tanto política como religiosa, para que no sea fin ni término de la actividad humana, sino que salga de sí misma para mirar el horizonte. No solo un cambio de actos malos en buenos, sino también un cambio de mentalidad.

Al respecto, Juan hasta parece blasfemo al decir que hay que cambiar la misma forma de concebir la religión.

Poco importa el cumplimiento de los ritos y leyes, si no se busca el real deseo de Dios: la unidad de todos los hombres, cualquiera sea su credo, raza o nación. Jesús anuncia el Reino como lo "absoluto", aquello a lo que todo debe supeditarse; también, la Iglesia.

Isaías vino antes que Juan y señala que Dios quiere una humanidad sin fronteras, sin carros de guerra, sin lobos ni serpientes, ni hombres violentos y despóticos.

Lección cívico-política: No hay duda de que políticos, jueces y gobernantes deben apostar por estas orientaciones del profeta Juan y decir ¡no! al regreso de la dictadura que con un diabólico cinismo habla de cambio y conversión y reconciliación.
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