Compartir los dones del Espíritu

Celebramos la solemnidad de Pentecostés, es decir, después de cincuenta días de su Resurrección, Jesús nos envía desde el cielo su Espíritu, regalo que muchas veces había prometido.

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La venida del Espíritu Santo marca el nacimiento de la Iglesia, que significa el conjunto de fieles que creen en Jesús Resucitado y se reúnen en su nombre: es el cumpleaños de la Iglesia, nuestra Madre en la fe y Maestra en tantas enseñanzas de vida.

El Señor nos envía el Espíritu Santo que opera una nueva creación en el mundo y en el corazón de cada ser humano, lo que tendría que llenarnos de optimismo. Hablamos normalmente de los siete dones que realizan esta obra: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y filial Temor de Dios.

Para realizar esta nueva creación hay diversidad de dones, los ya citados, y muchos otros, pero el Espíritu que los ofrece es siempre el mismo. Englobando todo, podemos considerar esta nueva creación en cuatro puntos.

Construir la paz: Jesús habló a sus apóstoles “la paz esté con ustedes” de manera que la paz recibida debe ser compartida y agrandada.

Perdón de los pecados: únicamente Dios puede perdonar los pecados, pero Jesús confirió a los sacerdotes y obispos este poder, para que borrados los pecados, vivamos más plenamente en la gracia divina.

Envío para misión: la misma misión que Jesús recibió del Padre, que es establecer un Reino de justicia, ahora la otorga a sus seguidores, para que la realicen en todo el mundo, empezando en su propia casa, pero no terminando ahí.

En forma comunitaria: actuando en pequeñas comunidades cristianas, con paciencia y respeto, sin dejarse llevar por la flojera y la falta de compromiso.

Usted también ha recibido varios dones del Espíritu, y los sigue recibiendo a cada segundo. Sin embargo, es esencial llevar en cuenta las palabras de san Pablo: “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común”.

Los dones de Dios son gratuitos y no tenemos nada con que pagarlos, pero tenemos la obligación moral de desarrollarlos y sembrarlos en todos los ambientes y circunstancias, para que crezca el bien común y todas las personas puedan disfrutar de una vida digna.

Procuremos entender mejor la gratuidad del Señor, y su generosidad, y por estos tiempos seamos más desprendidos de cosas materiales y más solícitos con los familiares y amigos.

Asimismo, no caigamos en un individualismo estéril que, a la larga, nos empobrece como personas, sino participemos alegremente de nuestra comunidad eclesial.

Hoy es también la “Jornada del Laico”.

Paz y bien.

hnojoemar@gmail.com

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