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Si además de confeccionarse un presupuesto estatal irreal e imaginario, no se lo controla y ni existe la necesaria transparencia, jamás podrán lograrse los aderezos que todo país necesita para desarrollarse y alcanzar algún progreso. Seguiremos pidiendo limosnas a quien pase y se cruce por nuestro Paraguay.
El presidente Cartes presentó a los otros Poderes del Estado un proyecto de ley denominado de “responsabilidad fiscal”, para darle otra vida y el nuevo rumbo que necesita la otra ley, que siempre se encuentra inflada o desinflada, como es la del “Presupuesto General de la Nación”, para que esta tenga, como se merece, el aire que determine ya no una sospecha y una hipótesis –como el significado de la palabra “presupuesto”–, sino un cálculo extirpado de la realidad paraguaya.
La responsabilidad fiscal exige que el presupuesto de gastos corrientes no sobrepase el 4% y que los salarios del empleado público se ajusten del mismo modo que en el sector privado, y alterar el salario cuando haya inflación del 10% después de ocurrido el último acomodo salarial. Con esto no se perderá el valor adquisitivo de los ingresos. Lo que más picó es que los gastos determinados por el que sabe, como el Ministerio de Hacienda, no sean modificados en el Parlamento para originar lo que siempre ocurre, el déficit fiscal.
Son propuestas de primer mundo, formuladas y confeccionadas bajo medida que tiene este atrasado Paraguay por gente entendida, pero que luego colisionan contra algunos ajúra galleta kuéra, que solo calientan sillas y originan panza en el Parlamento.