Clanes perpetuos en cooperativas

La ya prolongada discusión sobre la legalidad o inconstitucionalidad de que las cooperativas paguen el IVA cuando realizan operaciones con sus asociados esconde otro tema de mayor importancia para quienes las dirigen. Los cooperativistas rechazan el sistema D’Hondt (distribución proporcional de cargos según votos) para las asambleas electivas. Este es el tema de fondo que se niegan a aceptar los manifestantes dueños de las calles céntricas desde hace tres semanas.

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El sistema D’Hondt es el mecanismo habitual de integración de entes colegiados como el Parlamento, las juntas municipales, los partidos políticos y asociaciones cívicas en general. El modelo obliga a integrar los organismos y las comisiones directivas según la cantidad de votos que hayan obtenido las diversas listas de candidatos. Esto garantiza que los ganadores ocupen los principales cargos y los perdedores, en minoría, accedan también a algunos lugares en los cuadros directivos.

Pero en las cooperativas no es así. Se votan listas cerradas y los movimientos ganadores se quedan con todos los cargos; no admiten a representantes de otros movimientos en los consejos de administración.

¿Qué ha ocasionado este mecanismo en muchas cooperativas? Que algunos socios se agrupan en un movimiento determinado, se apropian de los cargos directivos y de allí no los saca nadie, se quedan para siempre. Como la ley de cooperativas prohíbe la reelección en los cargos directivos, el clan gobernante utiliza un mecanismo simple para perpetuarse en el poder: rotan entre sí los diversos cargos. La comisión directiva se renueva en cuanto a los cargos, pero son siempre las mismas personas que intercambian posiciones.

De esta manera, hay clanes que controlan desde hace añares las principales cooperativas del país. En Asunción, hay cooperativas de graduados universitarios, de profesionales de la salud, de policías y gente del barrio San Cristóbal, los pobladores de Luque, los de Fernando de la Mora, etc., en donde hay clanes familiares o claques de amigos que controlan bajo monopolio sus respectivas asociaciones.

Estos grupos exclusivos y excluyentes, una vez afirmados en el poder, organizan, financian y controlan las asambleas electivas, para asegurar que ningún extraño meta sus narices en su administración y así poder seguir haciendo sus negocios con el dinero de los socios aportantes. El lema “todos para uno y uno para todos” se convierte en todo para nosotros y punto.

Por supuesto que este sistema que orilla la ilegalidad y se burla de la esencia del espíritu del cooperativismo no es universal, ya que en el país hay cooperativas que funcionan normalmente con una renovación periódica y democrática de sus cuadros directivos. Pero el perverso esquema está presente en algunas cooperativas grandes e importantes que mueven fondos multimillonarios y en las cuales la introducción del sistema D’Hondt en las elecciones podría transparentar y mejorar sustancialmente el manejo administrativo de las organizaciones. En consecuencia, de ninguna manera el Congreso debería rever la decisión ya adoptada y en vigencia que busca eliminar el manejo monopólico de las cooperativas por parte de clanes familiares o sectoriales.

ilde@abc.com.py

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