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La foto del controversial arbolito fue ampliamente difundida a través de las redes sociales el viernes de noche y tuvo repercusión en la prensa la mañana de ayer.
Lo llamativo de esta decoración –un triángulo con fondo de mediasombra azul, varillas de hierro y luces sacadas del depósito del hospital– es la tercera palabra de la leyenda.
Muchos hablaron a favor y otros en contra de la idea que el director de este centro médico, Dr. Aníbal Filártiga, concibió en una noche de insomnio preocupado por el escenario que le esperaba con motivo de las fiestas en un hospital abarrotado de heridos y contusos.
Sabemos, de boca de su director, que en ex Emergencias Médicas se atienden anualmente unos 1.800 casos de traumatismo de cráneo causados por accidentes en moto. Y sabemos también que la atención de cada uno de ellos demanda al Estado un gasto de G. 80 millones, en total G. 144.000 millones, dinero que terminamos pagando nosotros. Y conste que en esta cifra no se mencionan los otros tipos de accidentes.
Por lo dicho, que Filártiga carajee de manera tan pública no es para nada insultante; es más bien aleccionador y es el síntoma de que las costosas campañas con lenguaje amable y comedido no han logrado el objetivo de disminuir la circulación irresponsable de motoqueiros o de concienciar a quienes creen que las fiestas son excusa para libar sin medir las consecuencias; o para quienes creen que el cinturón de seguridad es solo un adorno de uso ocasional.
Sabemos también que ninguno de nosotros está exento de sufrir un imponderable, pero por lo menos debiéramos de hacer lo posible de atenuar su impacto, si ocurre.
¿Quiere Filártiga aguarnos el festejo con un mensaje “mala onda” con la palabra que muchos consideran una grosería o falta de respeto? No, el no es el Grinch; es una persona que encabeza un equipo de 1.500 Papás y Mamás Noeles (doctores, enfermeros, camilleros, limpiadores, guardias y administrativos) que cada año en las fiestas luchan por sacar del trineo de la muerte a los accidentados.
Su frase navideña resume el hartazgo de todo un equipo médico que cada 10 minutos, en promedio, ve llegar a un accidentado precedido del temible ulular de las sirenas para constatar en el 99% de los casos que la desgracia fue ocasionada o se agrava por el hecho de no seguir una sencilla norma de tránsito y seguridad.
mescurra@abc.com.py