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Los paraguayos somos masoquistas políticos que seguimos votando a nuestros verdugos. El único consuelo es que también los judíos del tiempo de Cristo lo hicieron con Barrabás. Antes que Él, mataban a profetas y justos. Y la humanidad sigue siendo así. En Paraguay ya levantamos a narcotraficantes, a “barones de Itaipú” y borrachines, como presidentes. ¡Imposible tener bendiciones con este historial! Por suerte no son del liberalismo.
Aun así guardamos una mínima esperanza en la oposición, pero ya no en el Partido Liberal Radical Auténtico, sino en una oposición que aplique un verdadero liberalismo económico. Creer en la libertad por encima de todo. Ni Dios, siendo dueño absoluto del universo, nos ha despojado de ella. El libre albedrío es el tesoro más preciado que tiene el hombre, después de la Gracia.
He visto con cierta tristeza la alianza de algunos candidatos liberales con los perimidos movimientos y partidos de la arcaica izquierda bolivariana. Esta alianza, similar a la realizada con Lugo y su séquito, siempre será una “emulsión”. ¡Jamás una mezcla! Una vez que se acaba el movimiento, la emulsión vuelve a sus elementos: el agua y el aceite.
Y comprendo hasta cierto punto. Tal vez por circunstancias electoralistas los liberales piensan que es el único camino. Sin embargo, la alianza de un cordero con un lobo solo tendrá éxito cuando el lobo se vuelva vegetariano. Con agentes disfrazados en nuestro partido y con “senadores” socialistas, que no son otra cosa que el ala política de movimientos extremistas de la izquierda, no tenemos chance.
¿Y cuál es el camino que nos resta? En esta Jerusalén paraguaya que mata a sus profetas y entierra a sus justos, todo es incierto. ¿Tiene usted, querido lector, la fórmula para convencer a los jóvenes? Son mayoría en nuestra sociedad ¿Tenemos los recursos para vencer a la narco-política? Si no tenemos estos elementos, nos resta solo la moral y la ética, en un país que idolatra a los sinvergüenzas y enseñorea a la mafia.
Algunas ideas. La primera es re-fundar un nuevo liberalismo sin las odiosas palabras Radical y Auténtico, eufemismos de lo que se quiere imitar o esconder. La segunda es recorrer, a tiempo completo y en todo el país, presentando las bondades del liberalismo económico.
No temamos a la yuyera, al mesitero, al canillita, al productor hortícola; al final son más liberales que muchos senadores y diputados del PLRA, que hace años dependen del Estado. Estas personas dependen del mercado y de su propia dignidad, solo basta traducirle su realidad, y eso lo haremos como lo vienen haciendo anónimos del cambio.
¿Alianzas? Claro que sí. Pero hagámoslo con 12 apóstoles de la transformación. Con doce personas que acepten el celibato político como estilo de vida. Hombres con canas y austeros, cuyos salarios sea la honra y el reconocimiento popular. ¿Difícil? ¡Claro! ¿Dónde se ha visto algo valioso, pero gratis? Al candidato liberal no le queda otra que seguir tres pasos irrevocables:
1. Un pacto social: convocar a una mesa de diálogo a las fuerzas “sociales” del país, o ir junto a ellos para convencerlos. Los sintechos, sintierras, sinrollos, limpiavidrios, cuidacoches son pocos pero hacen mucho ruido. Conversar con empresarios importantes y demostrarles que sí se puede emplear a “limpiavidrios”, “cuidacoches” y exconvictos. Los campesinos deben sentir en dicho estadista un espíritu de equidad; y los sojeros y ganaderos un espíritu libertario. La propiedad privada debe ser sagrada. ¿Es difícil? Claro que sí; pero es necesario.
2. Un pacto político: el candidato liberal debe alejarse de Pakova Ledesma, pero no de San Pedro; igualmente de Ríos, pero no del elector de Ñeembucú. Debe alejarse de escombros que deshonraron la memoria de los Ayala. Este pacto político, más bien debe incluir a los colorados jóvenes, aquellos que no conocieron la dictadura.
3. El uso pleno de nuestra energía. El estadista debe hablar de trenes eléctricos en el norte, sur, este y oeste. De una revolución industrial y el despegue económico usando la energía de Itaipú y Yacyretá. Hablar de nombramientos dignos y no una tecnocracia estéril que solo acomoda los números del continuismo.
En fin, si el candidato liberal hace lo mismo que el profeta Daniel, que no se contaminó con la “comida del rey” y no abandonó al Dios Verdadero, el Creador lo cuidará de los leones y de los sátrapas de nuestra republiqueta mandioquera.
lumaf77@gmail.com