Canción de esperanza

El fallecimiento de Jorge Garbett enluta al país. Fue un artista y fue una conducta. Su nombre nos remite a ese gran movimiento artístico, Nuevo Cancionero, que tuvo una enorme influencia social y política. Nuevo, porque las canciones optaron por expresar las aspiraciones libertarias de un país que padecía los rigores de una dictadura feroz.

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En esa misión de comunicar el antiguo sueño de la paz y la justicia, los compositores e intérpretes padecieron la incesante represión policial y la difamación desde la prensa oficialista.

El Nuevo Cancionero se generalizó con rapidez. Se entiende. Era el grito masivo de una protesta que salía del patio de un colegio, un local universitario, una cancha de fútbol, el atrio o el altar de una iglesia, domicilios particulares. Estos escenarios se colmaban de ciudadanos ansiosos de un nuevo tiempo. Escuchaban con deleite los versos musicalizados de Pablo Neruda, Mario Benedetti; los paraguayos Elvio Romero, Carlos Villagra Marsal, Rudi Torga, Juan Manuel Marcos, Carlos Noguera, Maneco Galeano, entre otros.

Conforme crecía el Nuevo Cancionero, se multiplicaba el enojo de la dictadura. El presidente de Autores Paraguayos Asociados (APA), Críspulo Melgarejo, en enero de 1985 dijo a los pobladores de Roque González de Santa Cruz: “El Nuevo Cancionero se inició con los montoneros en la Argentina, y actualmente tiene su proyección y difusores en el Paraguay. La guerra política actualmente no se hace solamente con la metralleta sino también a través de la guitarra y el cancionero”.

Esta idea de la conspiración a través del arte venía de más antiguo. El 17 de marzo de 1972, a raíz de un festival en Areguá, fueron apresados los músicos Carlos Noguera, Mito Sequera, Pato Brítez, los hermanos Pettengill, Maneco y José Antonio Galeano, junto con los actores Antonio Pecci y Ramón del Río. Estuvieron una semana en Investigaciones cuyo jefe, Pastor Coronel, los amenazó con un castigo peor si persistían en la “subversión cultural”.

Un informe de Coronel dirigido a Stroessner el 22 de mayo de 1984, dice: “Últimamente han surgido grupos folklóricos de ‘avanzada’. Por avanzada se entiende ‘progresista’, ‘izquierda’ (…) es fácil identificar a estos grupos. Primero porque tienen un repertorio de ‘protesta testimonial’, es decir, convierten sutilmente el panfleto antigobierno o anticolorado en canciones donde abundan palabras como ‘libertad, angustia, dolor de mi tierra, hermano de pies descalzos, cuando tenga mi tierra, etc.’...” Coronel cita a estos conjuntos como subversivos: Juglares, Sendero, Vocal Dos, Sembrador, Tenondé.

En el diario oficialista “Patria”, del 11 de enero de 1985, Facundo Recalde escribe: “Lamentablemente, seguimos pasivos ante este alud de subversivos de la música y olvidamos que uno de los mejores canales de infiltración y uno de los más usados por los comunistas es precisamente la música”.

El 14 de agosto de 1986 el ministerio del Interior suspendió el Festival del Lago Ypacaraí, que se realizaba anualmente desde hacía 15 años. El motivo: “Se desvió hacia objetivos políticos”.

Este era el escenario que la dictadura ofrecía a los cultores del Nuevo Cancionero que procuraba prender la esperanza en un país desdichado. Esa esperanza hecha canción en los versos y la melodía de Carlos Noguera: “Canción de Esperanza”, pronto convertida en himno de los soñadores. Entre ellos, Jorge Garbett.

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