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Se puso de moda una denominación para cada grupo de personas, dependiendo de qué objetivo tienen. Tenemos los sintechos, campesinos sin tierra, sin rollo, etc. Hoy aparecen "los campesinos sin oro".
Hace 15 años que aparecieron las primeras pepitas del metal precioso en Paso Yobái y desde aquel entonces mucha gente o grupos de personas (empresa) trataron de extraer el preciado metal. Se formaron varias empresas tratando de conseguir "concesiones del Estado" para trabajar.
Al final solo dos empresas se perfilaron como tal, Minas Paraguay y Minas Guairá, ambas no lograron afianzarse en la actividad, y hace aproximadamente 5 años que apareció una firma con capital extranjero que quería invertir y explotar oro en Paraguay, la firma Latin American Minerals Paraguay (Lampa SA), que trabajó minuciosamente hasta completar todos los requerimientos legales y técnicos.
Todo marchaba bien de acuerdo al cronograma que trazaron la exploración y cateo y cuando estaban por instalar la planta piloto de explotación comenzaron los problemas. Antes y durante este proceso los lugareños se ingeniaban para extraer el oro a su manera en sus fincas o en la del vecino. Luego aparecieron grupos que tenían lotes donde supuestamente no había oro, pero no era cierto y miraron hacia las parcelas concesionadas por el Estado a la empresa y formaron una asociación de pequeños mineros para tener más fuerza y poder de negociación.
Como la empresa tiene todos los detalles bien planificados, consideró como trabajo social darles oportunidad a esos vecinos para extraer en su propia tierra y entregarles pequeñas parcelas a 150 personas para trabajar con ciertas condiciones. Los beneficiados deben ser lugareños, tener hijos y el trabajo debía ser en forma manual.
Como había más familias, se tenían que turnar. Al principio todo el mundo estaba feliz y contento, pero luego de un tiempo solo dos vecinos quedaron con sus parcelas, el resto vendió sus "derecheras" al mejor postor (desde G. 5 millones hasta G. 50 millones), dinero que la mayoría despilfarraron enseguida mientras que los compradores, que son foráneos, invirtieron en cosas que a la empresa no le gustaron y les pidió que abandonaran el terreno. A partir de ese momento se convirtieron en "campesinos sin oro" haciendo manifestaciones, atropellando las instalaciones de la empresa, sustrajeron cosas, etc. Esta situación hizo correr a los inversores.
Hoy Lampa SA decidió dejar la parcela que apetecen los invasores a cambio de que el Gobierno le garantice su inversión.
gperez@abc.com.py
Hace 15 años que aparecieron las primeras pepitas del metal precioso en Paso Yobái y desde aquel entonces mucha gente o grupos de personas (empresa) trataron de extraer el preciado metal. Se formaron varias empresas tratando de conseguir "concesiones del Estado" para trabajar.
Al final solo dos empresas se perfilaron como tal, Minas Paraguay y Minas Guairá, ambas no lograron afianzarse en la actividad, y hace aproximadamente 5 años que apareció una firma con capital extranjero que quería invertir y explotar oro en Paraguay, la firma Latin American Minerals Paraguay (Lampa SA), que trabajó minuciosamente hasta completar todos los requerimientos legales y técnicos.
Todo marchaba bien de acuerdo al cronograma que trazaron la exploración y cateo y cuando estaban por instalar la planta piloto de explotación comenzaron los problemas. Antes y durante este proceso los lugareños se ingeniaban para extraer el oro a su manera en sus fincas o en la del vecino. Luego aparecieron grupos que tenían lotes donde supuestamente no había oro, pero no era cierto y miraron hacia las parcelas concesionadas por el Estado a la empresa y formaron una asociación de pequeños mineros para tener más fuerza y poder de negociación.
Como la empresa tiene todos los detalles bien planificados, consideró como trabajo social darles oportunidad a esos vecinos para extraer en su propia tierra y entregarles pequeñas parcelas a 150 personas para trabajar con ciertas condiciones. Los beneficiados deben ser lugareños, tener hijos y el trabajo debía ser en forma manual.
Como había más familias, se tenían que turnar. Al principio todo el mundo estaba feliz y contento, pero luego de un tiempo solo dos vecinos quedaron con sus parcelas, el resto vendió sus "derecheras" al mejor postor (desde G. 5 millones hasta G. 50 millones), dinero que la mayoría despilfarraron enseguida mientras que los compradores, que son foráneos, invirtieron en cosas que a la empresa no le gustaron y les pidió que abandonaran el terreno. A partir de ese momento se convirtieron en "campesinos sin oro" haciendo manifestaciones, atropellando las instalaciones de la empresa, sustrajeron cosas, etc. Esta situación hizo correr a los inversores.
Hoy Lampa SA decidió dejar la parcela que apetecen los invasores a cambio de que el Gobierno le garantice su inversión.
gperez@abc.com.py