Brasil demostró a escépticos que estaban equivocados

Con motivo de la celebración del primer aniversario de los Juegos Olímpicos de Río 2016, no puedo dejar de pensar en los excepcionales logros deportivos de los que fuimos testigos durante aquellos maravillosos dieciséis días de agosto. Este es también el momento en el que los medios de comunicación evaluarán el impacto de los Juegos en esta ciudad sede.

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Desde mi experiencia como antiguo directivo de informativos, miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) y actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, tengo mi propia perspectiva y no me queda ninguna duda de que Río de Janeiro se ha beneficiado de su experiencia olímpica.

Cuando en 2009 el COI acordó otorgar por primera vez la organización de los Juegos Olímpicos a Sudamérica, Brasil representaba el mayor éxito económico de la región. Lamentablemente, el país se vio sumido unos años más tarde en una recesión de proporciones históricas, agravada por una inestabilidad política y social sin precedentes y todavía vigente.

Los Juegos Olímpicos no causaron los problemas actuales del país, pero tampoco los van a solucionar. Sin embargo, la organización de los Juegos ha permitido realizar algunos progresos en una situación por lo demás complicada.

Incluso antes de la ceremonia de apertura, los Juegos ya habían creado directa o indirectamente miles de puestos de trabajo, que eran muy necesarios en Brasil. Un estudio realizado por la reconocida fundación brasileña Getulio Vargas antes de la celebración de los Juegos concluyó que la renta per cápita de Río de Janeiro se había incrementado en torno al 30% entre 2009 y 2016, un crecimiento económico mayor y más equitativo que el registrado en cualquier otra ciudad brasileña.

Unas mil microempresas y pequeñas empresas se beneficiaron de una iniciativa destinada a integrarlas en proyectos relacionados con los Juegos, lo que permitió a estas empresas emergentes acceder a más oportunidades de negocio y lograr una mayor experiencia y visibilidad. Sebrae, una organización brasileña de apoyo a las micro y pequeñas empresas, sigue gestionando de forma independiente este programa y utiliza su experiencia de los Juegos para integrar a estas empresas en las cadenas de suministro de las entidades de mayor tamaño.

Uno de los principales legados de los Juegos es el ejemplo establecido por la utilización de asociaciones público-privadas en el marco de proyectos de infraestructuras. El 57% de las infraestructuras de los Juegos fue financiado por empresas privadas, lo que permitió que cada real brasileño que invirtieron las autoridades generase beneficios adicionales para la ciudad.

Los Juegos también aceleraron las inversiones públicas para mejorar la red de transporte, que además de generar empleo permitieron añadir 170 kilómetros de líneas de metro, tren ligero y carriles especiales para autobuses. Así, estos proyectos siguen beneficiando a los visitantes y usuarios que se desplazan cada día en Río de Janeiro.

Las entidades privadas también realizaron una enorme inversión en infraestructuras de telecomunicaciones, que en los próximos años podrán seguir disfrutando empresas, escuelas, hogares y órganos gubernamentales de la ciudad.

El vital sector turístico del país obtuvo unos enormes beneficios. En declaraciones del ministro brasileño de Turismo, los Juegos fueron un elemento clave para lograr el aumento récord de visitantes turísticos durante el año pasado, que supuso una inyección por valor de 6.200 millones de dólares estadounidenses en la economía.

Cabe decir que los progresos en algunas áreas del legado han sido más lentos de lo que muchos esperaban. No sorprende que los problemas económicos y políticos de Brasil hayan retrasado algunos de los planes de reutilización de instalaciones olímpicas tras la celebración de los Juegos, especialmente en el caso de aquellos que dependen de la inversión privada. No obstante, diversos proyectos están avanzando rápidamente pese a los retos a los que se enfrentan. Se han desmontado cinco piscinas olímpicas de entrenamiento, que se habían instalado de forma temporal y que ahora se reutilizarán en otros lugares. Una de ellas ya ha sido trasladada a la Escuela Militar de Educación Física del barrio de Urca (Río de Janeiro). El resto serán instaladas en otras ciudades brasileñas.

Los campos de entrenamiento de hockey se han cedido a una universidad de la región para que los estudiantes y clubes puedan usarlos para torneos locales. Además, la Arena Olímpica de Río, el campo de golf, la cancha de tenis, el velódromo y la Arena Carioca 3 han albergado nuevas actividades y eventos deportivos desde la celebración de los Juegos.

Pero esto no es todo. El programa educativo «Transforma» de Río 2016, que promovió el respeto mutuo, la no discriminación y otros valores olímpicos entre ocho millones de alumnos brasileños en 16.000 colegios, será relanzado en agosto con el apoyo financiero del Comité Olímpico Internacional.

Por supuesto, queda mucho trabajo por delante para garantizar que Río de Janeiro y Brasil puedan aprovechar al máximo los beneficios de su experiencia olímpica. Cabe recordar que el Parque Olímpico de los Juegos de Londres 2012 no se reabrió al público hasta 2014. Actualmente, este es uno de los barrios con más vida de la ciudad.

Cabe recordar también que mucha gente dudó de la capacidad de Brasil para organizar con éxito unos Juegos Olímpicos. Brasil superó diversos obstáculos y demostró a los escépticos que estaban equivocados, ya que los Juegos no solo ofrecieron competiciones espectaculares, sino que también hicieron gala del excepcional espíritu del país.

Hará falta tiempo y una voluntad firme para que esto se haga realidad, pero estoy seguro de que Brasil volverá a demostrar a los escépticos que se equivocan.

(*) Miembro del Comité Olímpico Internacional

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