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A todas luces, el “equipo” que se instaló desde hace años en la administración comunal está “quemado” porque ya para nadie es un secreto que su principal objetivo fue y es llenarse las faltriqueras manejando los recursos públicos en beneficio particular, en detrimento de la ciudadanía.
La expresión de las urnas –que se vio también en Asunción y algunas otras ciudades de nuestro país, como Tomás Romero Pereira (feudo del vicepresidente de la República, Juan Afara)– es un rechazo a ese modelo de “hacer política” que degenera el verdadero fin: el de trabajar por el bien común.
El nuevo escenario que se instala a partir del 15 de noviembre abre las puertas a la posibilidad de un cambio para bien. Existe confianza en la ciudadanía de que el intendente electo, Luis Yd (PQ), impulsará una administración sin los vicios que terminaron por tumbar a los colorados.
Un escenario donde no le será fácil la gobernabilidad, pues por un lado tendrá una Junta Municipal opositora con mayoría propia (8 colorados de un total de 12 miembros), y del otro su variopinto conglomerado de aliados que lo ayudaron a llegar al poder: PLRA, Frente Guasu, Tekojoja y movimientos locales y nacionales.
Necesitará el pulso suficiente para no dejarse arrastrar ni presionar, lo que le obligará a contar con el consenso y el apoyo permanente de la gente. Acaso un buen reaseguro para el nuevo intendente será el hecho de que ese electorado que lo eligió el domingo pudo comprobar que su voto tiene el poder de “botar” a los indeseables de la política. Esa es su mejor garantía si quiere hacer un buen gobierno.
jaroa@abc.com.py