Bioética y Bioéticas (1. La cuestión nominal)

El reconocido bioeticista alemán Hans-Martin Sass, luego de una importante investigación, arrojó luz alrededor del origen de la palabra bioética. El mencionado investigador ha trabajado áreas como la ética de la investigación, la ética clínica y la ética en salud pública. Su perspectiva siempre ha sido abierta y proclive a la pluralidad e interculturalidad y todo lo que ello implica en el ámbito de la bioética. Sus aportes han sido determinantes a la hora de afianzar conceptos y categorías como «responsabilidad personal» y «responsabilidad profesional». Asimismo, sus reflexiones en torno a la importancia de la confianza mutua y la necesidad de hablar de la «ética de la asociación» le otorgaron un reconocimiento unánime de sus pares bioeticistas.

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Uno de los trabajos de investigación de Sass movió las mismas bases de la bioética y de su lozana historia. Su descubrimiento demandó un replanteamiento y una corrección. Replanteamiento de una visión antropocéntrica de la Bioética cuyo objetivo epistemológico unívoco obstruía la posibilidad de extender la reflexión más allá de lo clínico. Corrección del crédito atribuido a Van R. Potter como padre de la bioética a partir de sus escritos de la década del 70 del siglo pasado y por ende, un replanteamiento del contexto histórico en que nace la disciplina.

En el artículo, Fritz Jahr’s bioethischer Imperativ publicado en el año 2007, Sass revela que el término bioética, contrariamente a lo que se creía, se remonta a más de cuatro décadas, específicamente al año 1927. En esta fecha, un pastor protestante de nombre Fritz Jahr, profesor en Halle an der Saale, Alemania, había publicado un artículo titulado Bio-ética: una perspectiva de la relación ética de los seres humanos con los animales y las plantas. A partir de este descubrimiento, Sass indaga cuidadosamente el contexto histórico en que surge el término al tiempo de analizar las condiciones discursivas del momento para luego anotar las razones de Jahr y la intuición de una «Bioética» en una sociedad alemana de entreguerras.

Al estudiar Sass el artículo de Jahr, vislumbró claramente un imperativo bioético basado en el imperativo categórico de Kant. Jahr esboza así una bioética de la responsabilidad –más allá de la compasión– donde arguye que la insensibilidad hacia cualquier forma de vida podría comprometer la existencia del propio entorno humano.

Este imperativo bioético defendido por Jahr insta a cultivar y fortalecer la lucha por la vida en sus diferentes formas, tanto en el medio ambiente natural como en el cultural. Para Jahr, cada ser vivo es un «fin en sí mismo» y, por ende, exige para ellos un trato como tal en la medida de lo posible. La difusión a través de la prensa, la radio para así llegar al gran público e informar y hacer copartícipe a la ciudadanía de los avances, logros y descubrimientos, fue otro de los temas que Jahr reflexionó con seriedad, adelantándose así a los famosos casos donde la prensa tuvo un rol preponderante para hacer saber al gran público los abusos cometidos en el contexto de las investigaciones con seres humanos en situación de vulnerabilidad (Tuskegee, Alabama, entre otros).

En su reflexión, Jahr indica que desafortunadamente las actividades cotidianas, como el quehacer político, los negocios, la oficina, el laboratorio, en el taller, en los campos de siembra y en todos los ámbitos de la vida, la interacción no está basada en el respeto y el amor, sino en la competencia con los otros. Competencia de la que siempre sale perdedor el más débil. Al ser así, alega Jahr, no se debe perder de vista, como punto de orientación, el ideal de responsabilidad.

Al tener en cuenta la complejidad del quehacer científico, insistió en la absoluta necesidad de potenciar las virtudes como corolario y fuente de toda educación. Para ello revisó los nuevos conocimientos fisiológicos de su tiempo y los desafíos éticos asociados a estos desarrollos.

En el tiempo presente, las ideas de Jahr contribuyeron a resituar el lugar que ocupaba la bioética en la tradición filosófica. Si bien Van R. Potter defendió una «Bioética Anantrópica» (todos los seres vivos como objetos del quehacer bioético) en contraposición a una «Bioética Antrópica» (el ser humano como centro del quehacer bioético) la propuesta del oncólogo estadounidense no pasó de los textos a la praxis bioética. La Bioética Clínica triunfó junto a sus debates, postulados y temas diversos. La posibilidad de que la bioética se abra a la vida en su más amplia expresión quedó como una arenga de buena fe.

El descubrimiento de Sass ha devuelto a los bioeticistas la posibilidad de replantear la filiación del concepto de bioética y ligarla a la reflexión europea –más que a la estadounidense– y a la discusión en torno a la vida en sus formas múltiples y así también, en no perder de vista la radical importancia de la responsabilidad en el ámbito bioético.

La recuperación de los escritos de Jahr nos impele a reflexionar profundamente en torno al sentido primordial de la disciplina en su carácter abierto, responsable, plural e interdisciplinar. Asimismo, Fritz Jahr, al basar sus reflexiones en la filosofía kantiana, ha reivindicado el pensamiento continental y se ha adelantado a las elucubraciones posteriores que, de alguna forma, se basarán en la lógica del mercado y en esquemas más pragmáticos y exclusivistas. No obstante, sin la labor de Van R. Potter, hoy no estaríamos hablando de bioética, ni de Fritz Jahr.

(*) Filósofo, catedrático e investigador nivel I del Pronii.

jmsilverouna@gmail.com

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