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La presencia del Papa logró sacar a flote la verdadera diversidad, hemos tenido el placer de conocerla más allá de las dormidas definiciones de diccionario y tantos planes armados que nunca extirparán de raíz nuestros desencuentros sociales. Vivimos estos días una experiencia de aprendizaje. Ojalá pongamos, después de la lógica emoción, el mismo tesón para conseguir los cambios reales de transformación personal y colectiva. Muy positiva fue la respuesta de toda la ciudadanía, con predominancia joven. El primer discurso del Papa desilusionó a muchos que esperaban palabras más duras para los corruptos; algunos lo llamaron tibio, cuando fue prudente, sabio y respetuoso durante toda su estadía y trayectoria. Francisco vino a bendecirnos y a invitarnos al compromiso con los valores cristianos. De todo en la viña del Señor, el mundo es mundo y en el camino hay sorpresas, la indignación que se comentó por el regalo de Evo Morales, por ejemplo. El Papa escuchó con seriedad las palabras del presidente boliviano cuando le entregó una cruz con hoz y martillo. Quien haya leído a Hesse, tal vez recuerde a Joseph Knecht en el futurista Juego de los Abalorios, quebrando un orden milenario. He ahí la riqueza de la alta literatura, cuando el lector va descubriendo estas “coincidencias” con el tiempo que nos toca vivir. Knecht sale de las paredes del intelecto para iniciar un recorrido por el mundo y sus creaciones. Esto me recuerda la actitud abierta del Papa, quien con humildad y valentía sale a caminar, a escuchar a la gente sencilla, a los enfermos, a soportar los rigores de los reclamos a la Iglesia católica, llevando con estoicismo también su edad y condición física. Un trabajador constante, disciplinado e incansable de la espiritualidad y religiosidad como guía de millones de personas.
Los malos augurios, inevitables para que exista lo opuesto, han dado varios calificativos a lo que sentían las personas, algunas sentencias con cierto sentido, muchas otras disparadas o malintencionadas. No obstante, y a pesar de que ciertamente las emociones pasan rápido, rescatemos la espiritualidad en nosotros, en el estado en que se halle: dormida, en gestación, recién nacida, negada o analizada como potencial de superación. Recuperando si no las creencias religiosas, los valores morales, esforcémonos cada día por el bien común. Los grandes cambios interiores no son imposibles y lo mejor es que pueden ser fácilmente contagiosos.
Gracias a todos por estos días inolvidables de comunión y participación. La felicidad de espíritu barrió hasta con el mal tiempo que se anunciaba, tomemos entonces ese sol para buscar justicia. Nos quedaron invalorables frases regaladas por el papa Francisco para reflexionar, y luego, emular su gran docencia en la escuela, en la casa, en el trabajo, en el trato con el vecino. Que su bendición no se pierda, sino nos fortalezca en el trabajo y el amor.
lperalta@abc.com.py