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En las últimas dos semanas, esto fue más que evidente con los récords mundiales de producción alcanzados por la central hidroeléctrica de Itaipú, que fueron ampliamente celebrados por sus orgullosas autoridades, quienes se jactaban de este logro histórico. Hasta parece una ironía, pero mientras los altos funcionarios de la binacional se regodeaban en medio de las celebraciones con selfies y bocaditos incluidos, la ciudadanía paraguaya comenzaba a sufrir los embates de una crónica situación a la que lamentablemente la ANDE ya nos tiene acostumbrados en cada verano: los cortes en el suministro.
Y si nosotros, los que vivimos en las zonas metropolitanas, donde el acceso a las líneas de distribución “protegidas” –como le dicen a las que son más seguras– nos quejamos cuando se va la luz por diez minutos o hasta un par de horas, no se imaginan lo que significa pasar entre 48 y hasta 72 horas sin el servicio de energía eléctrica, sabiendo todo lo que esto conlleva en pleno siglo XXI.
Pues esta situación forma parte de la realidad cotidiana de algunas poblaciones que se encuentran más alejadas de la capital y los principales centros de consumo de nuestro país, como las localidades del Alto Paraguay que prácticamente se encuentran aisladas, por no decir abandonadas a su suerte cada vez que algún fenómeno climático o inclusive, la falta de combustible para los generadores térmicos, los deja a oscuras y sin posibilidad de recurrir a ningún call center.
Por eso molesta tanto cuando los responsables de la provisión de este servicio básico, encabezados por su titular el Ing. Víctor Romero Solís, siguen poniendo excusas y culpando de todo a los demás (incluida la prensa) o a los que estuvieron antes, como si él en particular hubiese llegado en paracaídas en agosto de 2013 a la institución, cuando que lleva más de 30 años e incluso ocupó cargos gerenciales en el área financiera de la ANDE desde mucho antes. Por tanto, si vamos al caso, es tan responsable como los que se “olvidaron” de hacer las inversiones necesarias en infraestructura.
Como es sabido –y lo repiten frecuentemente– la ANDE cuenta con un Plan Maestro de Obras que se actualiza cada dos años, cuyo objetivo primordial es acompañar el crecimiento de la demanda anual que se tiene en el país. Recuerdo que en 2009, tras una de las reuniones de la Mesa Energética del Poder Ejecutivo, el entonces presidente de la ANDE, Germán Fatecha, también predijo lo que ocurriría, hablaba de un déficit de casi US$ 5.000 millones en infraestructura necesaria para garantizar el suministro a la población por los próximos diez años. Luego de esa explicación se propuso un Plan de Emergencia Eléctrica al cual se destinaron unos US$ 75 millones cuyo destino final sigue siendo un misterio, puesto que hasta donde sabemos, no sirvió de mucho para paliar la crisis.
En definitiva, los diagnósticos sobran, lo que faltan son acciones. Pero claro, mientras los proyectos políticos personales de los que están al frente del Gobierno sigan prevaleciendo antes que el interés por brindar la seguridad eléctrica a los consumidores, creo que seguiremos en la misma situación apremiante, rogando para que algún viento fuerte o una torrencial lluvia no cause estragos en nuestro frágil sistema.
ccantero@abc.com.py