Autoestima virtual

Las fotos se han vuelto hoy, más que el sello de un momento inolvidable. Encuentro al que uno va, tiene que participar de la fotografía, no termino de comprender el motivo pero sospecho que es para que todo el mundo se entere de que también este otro grupo de gente es feliz. Negarse es posible, pero a pesar de ser un gran trabajo de la elocuencia, se termina siendo el antipático, vulgarmente, sapo de otro pozo. Hay pensamientos que se leen en las frentes como carteles de neón: “¡Para qué entonces viniste!”. En las redes, millones postean su cara como las 5 comidas diarias de la modernidad. El tema fotos, colectiva o autorretrato, requiere al menos un minuto de reflexión de nuestra parte. La comunicación es tan rica que sus formas son infinitas, la pedagogía de Reggia Emilia bien dice que el niño tiene 100 maneras y más de comunicarse, pero que la escuela y la cultura le separan la cabeza del cuerpo. La posibilidad de postear las fotos ha logrado que personas que jamás se exponían por vergüenza e inseguridad lo hagan, pero dicha valiente actitud difícilmente se aplique en el campo de batalla real, es decir el encuentro cara a cara, ese que no se edita, el que nos muestra tal cual somos.

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El sistema virtual anuncia que las fotos pueden ser enviadas solo a ciertos destinatarios, pero no siempre sucede. De ahí que ciertas campañas promuevan el cuidado de los niños y al que debería sumarse el de las chicas que suben sus cuerpos semidesnudos a fin de recaudar admiración. Como comunicadora, no puedo evitar el sentir y pensar sobre estas fotos, la necesidad de sus generadores y adónde irá a parar todo el lote que creemos eliminar. Aún no sabemos a ciencia cierta qué tipo de personas y comunidades engendrará la era virtual.

Creamos fantasías, suponemos tener el control de lo que queremos que se vea de nosotros, esto son las selfies y su posible riesgo de adicción. No sé si científicamente está considerado un desorden interior, pero tal vez lo sea. Será bueno, donde aún perdura la charla familiar profunda, comprometida, tocar el tema de la autoestima, de la importancia de valorarnos, es decir de determinar nuestro valor para adquirir el equilibrio psicológico. Sentirnos a gusto con nosotros mismos a pesar de las dificultades de la vida, recuperar la acción de encarar, que tiene que ver con lo que nos pasa. Además es un gran ejercicio evaluar las autofotos que desechamos, porque en ellas hay una parte de nosotros que negamos y eso no se descarta con un clic.

Las tres bases de la autoestima son: el amor a uno mismo, la imagen de uno mismo y la autoconfianza. Si no logramos ver esto en nuestro reflejo, hay que trabajar mucho más por nuestra estabilidad. Finalizando, para los que consumen las selfies ajenas, un texto del antropólogo Robin Dunbar dice respecto a la cantidad de amigos virtuales: “Aquellos que agitan más nuestra sinapsis por su exceso de posteo deberían ser los primeros candidatos (a ser eliminados). No se sabe si es mayor el placer de desvirtualizar a alguien a quien sigues en Internet o el de virtualizar para siempre a alguien que ya conoces. Facebook empieza a pasar de ser un club de amigos a una neverita bien ordenada que criogeniza las relaciones que casi dejaron de ser amigos o podrían llegar a serlo”.

lperaltal@abc.com.py

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