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Como parte de la celebración del Día de la Tierra, la Dirección Ambiental de la Municipalidad de Asunción decidió plantar 100 arbolitos en la Costanera. También anunció que en el resto del año se plantarán 700.
Aparte del festejo, ¿para qué sirve plantar un árbol en Asunción?
Haciendo una retrospectiva de las distintas administraciones comunales, en la mayoría de los casos los árboles siempre se plantaron para festejar fechas especiales a la luz de los flashes y las cámaras de televisión.
Termina el festín, y árbol plantado, si no muere, queda “vegetando”. El pobre espécimen nativo, sobre todo lapachos o naranjos –pues son los de mayor rating– debe ingeniarse para crecer contra el arbitrio del hombre y la naturaleza.
Del primer centenar de naranjos plantados en la Costanera con su inauguración en 2012 para dar sombra a los bancos de cemento, al menos la mitad ha desaparecido. Apenas 40 se mantienen en crecimiento, y el resto ha desaparecido o va camino a ello. Las pequeñas plantas experimentan todo tipo de plagas. Son blanco de hormigas y hasta de cabello de ángel.
No tienen protectores y nadie se ocupa de regarlas.
La situación se repite por doquier en la ciudad, en las plazas y paseos centrales, donde los arbolitos son ubicados pomposamente. Nadie, siquiera el vecino frentista, se ocupa de echarles un balde de agua cada tarde.
La Ordenanza 60/98, que establece acciones para la protección de la cobertura arbórea de Asunción, dice que la Comuna es la responsable del cuidado y mantenimiento de los árboles de la vía pública, y deja abierta la posibilidad de que esta acción sea desempeñada con comisiones vecinales u otras organizaciones, incluso mediante padrinazgo de empresas.
Las “campañas” que realiza la Municipalidad u otra institución pública siempre se lanzan con mundanal ruido. Sin embargo, no tienen continuidad.
¿Quién se ocupa de multar a los responsables de destrozar un árbol arrollado por vehículos en los paseos centrales? ¿Quién escracha al que arranca las hojas o ramas al pasar?
Plantar un árbol es uno de los deberes fundamentales del hombre para las generaciones futuras, pero para que ese ser vivo crezca y sea de utilidad, requiere afecto y cuidado hasta que se fortalezca y pueda luchar solo contra el acecho del hollín y el humo negro de los vehículos, el ajetreo ciudadano o el paso de gente dañina.
La realidad muestra que el árbol plantado, al día siguiente se convierte en un ser que pasó al olvido.
pgomez@abc.com.py