Cargando...
Tenemos súper ratones militares capaces de sabotear un depósito de explosivos que casi hacen volar un barrio en Piribebuy. Las gallinas paraguayas son tan astutas que fungen de asesoras del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones; cuando suben a más de un metro del suelo, don Pánfilo sabe que va a haber una gran inundación y ayudan a destaponar el Pilcomayo.
Los teros y taguás trabajan también como sistema de alarmas. Si no, que lo cuenten los policías del argañismo que aseguran que Coco Villar tenía animales que alertaban sobre extraños. No se sabe con exactitud qué mecanismos usaron para contrarrestarlos y ya nunca lo averiguaremos: A Villar lo ejecutaron por lo que nunca sabremos todo lo que él sabía sobre el asesinato de Argaña. Ni siquiera cómo entrenaba a su taguá.
Los manguruyuses y los piky paraguayos no muerden anzuelos sino roban; tenemos contrabando hormiga y un mbarakaja Almada casi nos dejó en la lona. Nuestros elefantes blancos no están en vías de extinción y son muchos los que piensan que los nidos de víboras no anidan en los bosques sino en los poderes del Estado.
El popular lorito óga no es de color verde y los monos paraguayos no se cuelgan de los árboles sino en las libretas de almacenes. Los ordeñadores no son de vacas sino de combustibles y de las arcas del Estado.
Estamos llenos de mariposas que vuelan por las noches asaltando a funcionarios públicos de alto vuelo, horario nocturno favorito de nuestros yacarés autóctonos, esos que entran sigilosos por puertas y ventanas y que al ser descubiertos huyen despavoridos, a veces a balazo limpio.
En Paraguay, la mayoría de las decisiones políticas y los negocios con el poder se discuten entre gallos y medianoche, nuestro gallo paloma no cacarea sino habla y las tarántulas no andan escondidas sino en fotos de diarios y revistas mientras las ñatiu bikiqui deambulan por las aguas contaminadas de todo el país.
Los perros paraguayos tienen un comportamiento muy extraño. En rondas de tragos se cuentan historias fantásticas; se les culpa pobre angá ellos- por las borracheras, las llegadas tardías, los olores y hasta las manchas extrañas en las ropas de los viernes de soltero.
El pitogué nacional hace que su sola aparición provoque el alboroto, casamientos apresurados mezclados con náuseas y contracciones. Los mosquitos paraguayos produjeron el año pasado la internación de miles y este año volvieron con la moda reforzada dengue 2007.
Los mbatará no tienen plumas sino varios colores y los camaleones andan sobre dos patas recorriendo carpas políticas de las que no dudan en saltar dependiendo de las pagas. Y no me quiero olvidar de mi propia especie, los moldes úra, animalada simpática aunque bien desmoldada.
Si me faltó algún animal, ¿ve acá abajo el correo? Se agradecerán contribuciones para el próximo domingo.
¡Que lo tiró con el ratón militar!
mabel@abc.com.py
Los teros y taguás trabajan también como sistema de alarmas. Si no, que lo cuenten los policías del argañismo que aseguran que Coco Villar tenía animales que alertaban sobre extraños. No se sabe con exactitud qué mecanismos usaron para contrarrestarlos y ya nunca lo averiguaremos: A Villar lo ejecutaron por lo que nunca sabremos todo lo que él sabía sobre el asesinato de Argaña. Ni siquiera cómo entrenaba a su taguá.
Los manguruyuses y los piky paraguayos no muerden anzuelos sino roban; tenemos contrabando hormiga y un mbarakaja Almada casi nos dejó en la lona. Nuestros elefantes blancos no están en vías de extinción y son muchos los que piensan que los nidos de víboras no anidan en los bosques sino en los poderes del Estado.
El popular lorito óga no es de color verde y los monos paraguayos no se cuelgan de los árboles sino en las libretas de almacenes. Los ordeñadores no son de vacas sino de combustibles y de las arcas del Estado.
Estamos llenos de mariposas que vuelan por las noches asaltando a funcionarios públicos de alto vuelo, horario nocturno favorito de nuestros yacarés autóctonos, esos que entran sigilosos por puertas y ventanas y que al ser descubiertos huyen despavoridos, a veces a balazo limpio.
En Paraguay, la mayoría de las decisiones políticas y los negocios con el poder se discuten entre gallos y medianoche, nuestro gallo paloma no cacarea sino habla y las tarántulas no andan escondidas sino en fotos de diarios y revistas mientras las ñatiu bikiqui deambulan por las aguas contaminadas de todo el país.
Los perros paraguayos tienen un comportamiento muy extraño. En rondas de tragos se cuentan historias fantásticas; se les culpa pobre angá ellos- por las borracheras, las llegadas tardías, los olores y hasta las manchas extrañas en las ropas de los viernes de soltero.
El pitogué nacional hace que su sola aparición provoque el alboroto, casamientos apresurados mezclados con náuseas y contracciones. Los mosquitos paraguayos produjeron el año pasado la internación de miles y este año volvieron con la moda reforzada dengue 2007.
Los mbatará no tienen plumas sino varios colores y los camaleones andan sobre dos patas recorriendo carpas políticas de las que no dudan en saltar dependiendo de las pagas. Y no me quiero olvidar de mi propia especie, los moldes úra, animalada simpática aunque bien desmoldada.
Si me faltó algún animal, ¿ve acá abajo el correo? Se agradecerán contribuciones para el próximo domingo.
¡Que lo tiró con el ratón militar!
mabel@abc.com.py