¡Andá cantale a Gardel!

Desde mucho antes de Carlos Gardel y Adolfo Stray, la República Argentina goza de artistas hábiles en mezclar el engaño y la picardía con la gracia que ellos creen tener… y, por lo visto, están convencidos.

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Los paraguayos somos muy poco simpáticos y no simpatizamos con el humor cruel o humor negro.

Ahora la prensa escrita (22 de noviembre de 2014) nos trae la anunciada revelación de que “el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no estaría dispuesto a asumir el costo político que podría significar ‘ceder’ una cantidad importante de dólares, más aún en plena crisis financiera”. Con lo que cierran el capítulo de la Revisión de las disposiciones del Anexo C el Tratado de Yacyretá.

Después de 40 años de administración pretoriana y de muchos, muchos años de crisis financiera, de haber recibido del Paraguay energía subsidiada durante 40 años para mantener ficticiamente la solidaridad de un pueblo engañado, de haber firmado en el Tratado que la revisión del Anexo C se haría sobre la base de la energía “contratada” por cada país (90% ellos y 10% nosotros), estamos ante la inminencia de que si no cedemos nos quedaremos los paraguayos “como cuando vinimos de Italia”, lo que en buen romance significa “en pelotas”.

Creo que si nuestra Cancillería insiste en su deplorable rumbo, tendremos que admitir que no servimos para nada. Así de sencillo.

Hemos dedicado, desde en este diario, innumerables artículos, a la par del incomparable esfuerzo de sus redactores y periodistas, que sin ser abogados mantuvieron las conclusiones que su intuición les dictaba.

El Paraguay no tiene alternativa. Urgentemente, debe contratar a internacionalistas de verdad, como Ridruejo de España, y pedirles que nos orienten.

Que me perdonen aquellos señores del Gobierno actual, de cuya honorabilidad no me cabe duda. Los grupos de presión que, de una u otra forma están –o simulan estar– con nosotros, porque nos dicen para halagarnos que estamos de moda en el mundo; los que utilizan el champagne y el canapé para embriagar a nuestros diplomáticos; los que se dicen aspirantes a santos, visten como payasos del mundo moderno, y nos mienten, y redoblan sus campanas; los que desde las empresas extranjeras utilizan su mayor experiencia y habilidad en los negocios para dejarnos el “perro muerto”, forman una larga cola de fariseos que se aprovechan de nuestra humildad para codiciar lo que nos resta después del genocidio, sea quien fuere el culpable, los grupos de presión en el Paraguay están conformados por gobiernos, no por pueblos.

Alguna razón tuvo el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia y don Carlos Antonio López para desconfiar.
Me dirán los internacionalistas de las calles Palma y 14 de Mayo que alguna vez tendremos que dar los primeros pasos, hacer “pinitos” como los niños de menos de un año. ¡Por favor! ¡Es cierto! Pero no confíen si quieren seguir en el ruedo.

Como dirían los porteños: ¡ANDÁ, CANTALE A GARDEL!

Abogado

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