Amparo y Reparo de la Conquista

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Amparo y Reparo de la Conquista. Esta metáfora, tan conforme con aquel abigarrado conjunto de ranchos que Asunción fue en sus comienzos, expresa en clave poética una idea principal: que esta ciudad se constituyó en el refugio donde los esforzados y desafortunados conquistadores del Río de la Plata hallaron descanso y solaz. De modo que reparo –no obstante que hoy en día se lo escucha más frecuentemente empleado como objeción– en la primera acepción del DRAE significa restauración o remedio; y en la sexta: cosa que se pone por defensa o resguardo.   

Los conquistadores establecidos en La Asunción hicieron mucha gala de indisciplina y elevaron la práctica de revueltas y conspiraciones casi a niveles deportivos. Esto confundió a quienes, posteriormente, interpretaron que lo de reparo fue dicho en relación a esa tendencia libertaria o subversiva (según cómo se mire) de los asunceños, que antaño los hiciera famosos. Pero se equivocaban de medio a medio, pues aquellos revoltosos no ponían reparos al poder real ni a la Conquista en sí misma; y aunque esa versión nacionalista convenga a los fines propagandísticos que en estos días suenan tan estridentes, es mejor desecharla por mentirosa.   

Recordemos quién compuso esta metáfora: don Juan de Salazar Despinosa (como firmaba), en su información al rey. Y lo que dijo fue literalmente esto: Así en ella (Asunción) Dios por su infinita bondad a este testigo y a los que con él quedaron hizo muy grandes mercedes y ha sido la dicha casa y fortaleza amparo y reparo de toda esta conquista..."; es decir, Asunción fue defensa y resguardo de una empresa que había comenzado en Buenos Aires y había estado por acabar penosamente en el Alto Paraguay, con el abandono y muerte de Juan de Ayolas.   

Esta pintura de Asunción es fiel a la realidad. Era el hogar que amparaba y reparaba a los que a ella llegaban arrastrados, piltrafas humanas, quebrantados por los combates, el hambre, la desilusión, la soledad. Y lo siguió siendo durante medio siglo más.   

El acta notarial de una reunión secretamente realizada un jueves 13 de octubre de 1547, entre los oficiales de S.M. Domingo Martínez de Irala, Felipe de Cáceres, Pedro Dorantes, Antón Cabrera, Andrés Fretes y el escribano Bartolomé González, consigna que "se va a hacer entrada e descubrimiento a la Sierra de las Minas ... mejor noticia se tiene que hay riquezas de oro y plata ... la dicha jornada se acertará con muy próspero suceso en servicio de Dios e de Su Majestad e ... la santa fe católica e bien universal de todos los pobladores e conquistadores que residen en esta Provincia e a ella vinieren de aquí en adelante e porque esta dicha ciudad e puerto es la llave e ... refugio e socorro necesario para prosecución de esta conquista e no hay otro pueblo ni ... da tener recurso de cosa alguna hasta que con ayuda de Dios venga gente e socorro de España...". 

 He aquí otra vez el reparo que Asunción prodigaba. Entre las sierras peruanas y los puertos españoles no había para los conquistadores del Río de la Plata otro techo bajo el que refugiarse. Estarían solos y abandonados una década, hasta la llegada de los restos de la infortunada expedición de Mencia de Sanabria, más las siete vacas y un toro que traían los hermanos Goes, manifestación de la muy parva ayuda de Dios clamada por el escribano Bartolomé González.   

Mucho más tarde, Asunción llegó a ser amparo y reparo de pájaros de cuenta, conquistadores de variados matices del rubro delictivo. Hacia los años sesenta y setenta del siglo pasado se refugiaban en Asunción truhanes franceses, alemanes, austriacos, italianos o españoles, prófugos perseguidos por la justicia o por sus acreedores defraudados. Y aquí resultaban protegidos, primero, y luego esquilmados por sus asesores policiales y judiciales, por sus abogados o gerentes; o sea, siendo a su vez víctimas de los truhanes locales.   

Hoy en día no es habitual que la ciudad refugie a aventureros ilusos y a bandidos naif. La gran mayoría de los extraños que llegan a Asunción para afincarse traen entusiasmo e incorporan inteligencia, laboriosidad, inversiones y donaciones, motivo que hace que oficinas públicas, empresas, medios periodísticos, universidades, academias y clubes sociales les franqueen puertas sin más exigencia que la de escuchar el agradable tono de su hablar extranjero.   

Si hoy Asunción resulta amable para muchos extraños, puede que alguna vez logre serlo también para los nativos. Tal vez se la conozca entonces como "amparo y reparo de los mismos asunceños".   

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