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El Santo Padre hace una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta y expresa la necesidad de iniciar una conversación y conversión ecológica que una a todos, porque el desafío ambiental que se vive y sus raíces humanas interesan e impactan a todos.
El Pontífice subraya las constantes de su Carta encíclica: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología.
El Santo Padre pide revisar la cultura del descarte que prevalece en el sistema de producción y en el estilo de vida imperantes en el mundo y que convierten “la tierra, nuestra casa, en un inmenso depósito de porquería” (21).
Es particularmente relevante para la situación que vive nuestro país la afirmación de que los recursos de la tierra también están siendo depredados por causas de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no solo para la alimentación, sino también para otras necesidades básicas del ser humano, incluyendo su cultura.
El Papa manifiesta que el cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando solo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener.
Cómo no emocionarse ante el hecho de que, una vez más, el papa Bergoglio manifiesta su particular afecto y reconocimiento a nuestro país cuando cita en este documento de impacto mundial las reflexiones de los obispos del Paraguay, contenidas en la carta pastoral “El campesino paraguayo y la tierra”, publicada en 1983 y que citamos a continuación en el párrafo 94 de la Encíclica: “Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial. Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización”.
Nos anima que, a pocos días de la visita apostólica y misionera del papa Francisco a nuestro país, nuestro ilustre visitante nos regale una carta encíclica que subraya y reafirma las más actuales y urgentes preocupaciones de la Iglesia en el Paraguay, y que están expresadas en sus cartas pastorales de las últimas décadas.
Junto con el Santo Padre, decimos: “Alabado seas Señor”, por la tierra, nuestra casa común, y asumimos el compromiso firme de traducir en acciones concretas sus enseñanzas y orientaciones contenidas en esta valiosa carta encíclica.
* Mons. Adalberto Martínez Flores, obispo castrense