Acceso

“El nombre de la rosa” es el libro de Umberto Eco, que narra de manera brillante el ambiente de represión que se vivía en la Edad Media en donde absolutamente todo el conocimiento estaba en manos de la Iglesia que abría o cerraba el grifo de la información de acuerdo a lo que en el momento convenía a sus intereses.

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No era para menos, pues los únicos que sabían leer y escribir eran los monjes que copiaban a mano todos los ejemplares que se guardaban en sus bibliotecas.

La introducción de la imprenta en Europa de la mano de Gutenberg permitió que se empezara a disipar la niebla del oscurantismo y facilitó la extensión del conocimiento a las masas.

Sin lugar a dudas este fue uno de los eventos más importantes de la Edad Moderna y contribuyó decididamente al desarrollo del Renacimiento, el Iluminismo y la Revolución Científica.

Desde ese entonces y hasta ahora se ha avanzado mucho en el libre acceso a la información hasta llegar a convertirse en un derecho ciudadano reconocido en muchas Constituciones alrededor del orbe, incluida la nuestra.

Una característica básica de las sociedades democráticas y modernas es la transparencia de los actos de gobierno y el acceso a la información pública.

Lastimosamente, a un día de terminar el 2012 y bastante bien entrados ya en el siglo 21, en Paraguay seguimos casi en pañales con respecto a estas garantías.

Basta con leer las noticias que ocuparon los titulares de los diarios en los últimos meses para toparnos con la realidad de lo difícil que es para el ciudadano enterarse de lo que hacen las autoridades.

Los tres poderes del Estado han tenido episodios de falta de información, en donde solo a través de la presión ejercida por la prensa terminaron develando lo que tendría que ser de público conocimiento.

Hace solo un par de días, sin haberse siquiera calmado los vaivenes producidos por el tema Rio Tinto surgió otra noticia “bomba” de boca del mismo Presidente de la República. Nada menos que estamos sentados sobre un mar de petróleo y que tenemos más petróleo que Venezuela.

Pero ¿cuál es la información que se ha puesto a disposición de la gente más que estos anuncios hechos con algarabía?

¿Dónde están los yacimientos? ¿Será sencilla su extracción? ¿Se harán nuevas concesiones ¿Es económicamente rentable? ¿Cómo afectará a los demás sectores económicos? ¿Se expropiarán las tierras? ¿Se están previendo medidas de mitigación para el impacto ambiental?

Hay muchas preguntas, muy pocas respuestas y la gente necesita saber.

Es triste decirlo pero no siempre un hallazgo de estas características asegura el bienestar de un país.

Nigeria es un ejemplo de esto, es uno de los grandes exportadores de petróleo, pero sin embargo sigue siendo un país pobre y corrupto, desigual y súper violento.

Para poder hacerlo bien hay que crear las condiciones de seguridad jurídica, transparencia, acceso a la información, participación, etc.

Si todo estas premisas no están en su lugar, corremos el riesgo de acabar como Nigeria, siendo solo funcionales a intereses particulares o foráneos a pesar de contar con un recurso valioso.

El Paraguay dejó de ser hace bastante tiempo un lugar donde se obedece sin chistar ya sea por arrastre, por empuje, por el internet o por el motivo que fuera, y es necesario rendir cuentas. Atrás quedaron las épocas en donde se podían hacer cosas de espaldas al pueblo. Hoy día, si esto sucede te pasan la factura y las elecciones están demasiado cerca como para no temer esto.

sheila.abed@idea.org.py

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