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Hablar de amistad es hablar del amor espiritual que hay entre los seres humanos. Somos seres sociales y no podemos vivir aislados. Más todavía, hoy día, los medios de comunicación y especialmente las redes sociales nos conectan al instante con todo el mundo. Intercambiamos constantemente fotos, ideas, pensamientos. Comentarios y sentimientos. Nunca estamos solos, interactuamos con otros que, tal vez, ni siquiera los conocemos personalmente. La tecnología ha hecho maravillas en ese aspecto. Aunque todavía hay miles de amigos que sobrevivieron con los años. Se formaron los lazos, quizás en la infancia, en la escuela, la canchita o en el vecindario.
Al amigo hay que abrirle el corazón sinceramente. Mostrarnos tal como somos, sin hipocresías ni dobleces. En la amistad no podemos usar la mentira ni el egoísmo. Tenemos que ser tolerantes y comprensivos. Ser lo suficientemente humildes como para entender e incluso perdonar. En la amistad como en el amor, hay que usar todos los dones que el Señor nos ha regalado. Y desarrollar todas las potencialidades espirituales. Sacar lo mejor que llevamos en nuestro interior y esconder los sentimientos negativos, como el odio, el rencor o las ganas de vengarnos. Todos tenemos las mismas necesidades de ser aceptados, admirados y queridos.
En psicología, estudiamos que el cerebro tiene tres áreas; el sistema reptiliano, el límbico y la corteza cerebral. En el primero están los instintos animales; en el segundo la parte afectiva, y en el último, la razón. De manera que ningún ser humano está desprovisto de emociones y sentimientos. La cuestión afectiva es demasiado importante en las personas. Desde luego que en algunos individuos es determinante, en cuanto a los rasgos de carácter y de comportamiento. Observamos que hay personas muy sensibles y amorosas; mientras otras utilizan más la zona de razonamiento. Y tal vez, aparentan más frías o calculadoras.
Por eso es importante cuidar ese lazo de amistad, que puede ir creciendo con el tiempo. Pero también si descuidamos puede morir o ir enfriándose lentamente. En estos días, debemos reflexionar sobre este sentimiento y procurar ir enriqueciendo con gestos bellos y edificantes. La gratificación para nuestro corazón será muy grande. Ya Jesús dijo a los Apóstoles: “Amaos los unos a los otros como yo los he amado”.
Blila.gayoso@hotmail.com