A Macondo en Ferrari

¿Qué sería de nosotros sin ese pueblo imaginario que Gabriel García Márquez creó para ser escenario de sus relatos en Cien años de soledad, La hojarasca y Los funerales de la mamá grande? Más que un lugar físico, Macondo es la síntesis de una manera de vivir, tan paradójica, autosuperada constantemente con lo que nos toca leer diariamente en reportajes y noticias locales. Macondo es nuestro referente de cajón cuando nos quedamos perplejos y sin argumentos para describir alguna situación que la creemos digna de ser encasillada como harto irónica que, aunque lugar común, no deja de ser crudamente real.

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A saber, el viernes a la tarde, por la capacidad de observación de un conductor, que vio un peligro inminente donde todos los demás solo veían un pocito en un puente, la ciudad colapsó. Camiones con ganado rumbo a la zona de los frigoríficos, automovilistas iracundos, motocargas de flete barato y ambulancias compartían urgencias y bocinazos en las intrincadas y espontáneas vías alternativas en horas cruciales. Hubo gente que quedó varada por horas y, ante la ausencia de agentes de la Policía Municipal de Tránsito, los propios vecinos salieron desesperados a emular los ademanes de zorros para tratar de dar consuelo, sosiego y movilidad a afligidos conductores embotellados, cuyo problema se originó en la fisura de un puente cuya construcción casi alcanza medio siglo, mismo tiempo sin mantenimiento, ni refacción ni verificación.

Ese pequeño tramo de no más de 200 m sobre la calle Artigas puso y pondrá en jaque toda actividad económica y laboral asuncena durante cuatro meses, tiempo que según el intendente Mario Ferreiro llevará la construcción de uno nuevo por la vía de la excepción. Se solicita la paciencia del señor conductor. Pero no se trata pues de un simple renunciamiento en aras del progreso, se trata una vez más del ninguneo hacia la ciudadanía que ya está cansada de padecer las improvisaciones viales de la ciudad.

Mientras tanto, unos kilómetros más adelante, en un oscuro depósito de Aduanas se pergeña para mañana el remate de dos automóviles de alta gama y de precios imposibles.

Y así, aunque obvia, la ironía está en una ciudad que carece de calles pero está preocupada de que dos automóviles diseñados para correr en pista a velocidades casi supersónicas corran la carrera de obstáculos entre baches y asfaltados de agua servida.

Sabemos que en el Macondo literario no había automóviles de lujo. Pero si reescribimos la historia en estos tiempos serían Cien años de abandono en el que cruzamos un puente por caerse para comprar chura montados en Ferraris decomisados y luego rematados por estar en infracción aduanera.

mescurra@abc.com.py

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